Silencio a gritos {Afrodite P. Schiz}

Afrodite se había despertado algo tarde aquel día. No tenía planeado hacer nada, y por lo mismo la noche anterior se había quedado charlando con algunos compañeros de Slytherin. Lo cierto es que aquella semana, para ella, había sido agotadora. ¿Por qué los profesores tenían que amargrles tanto la existencia? Aunque habían unos que eran divertidos, como el Prof. de DCAO; aunque él ya les había dejado una tarea larguísima. ¡Merlín! ¿Cuándo iba a acabar de hacer todos los deberes que tenía? Bueno, capaz y era solo que estaba exagerando. Solo tenía esos deberes, pero necesitaba hacerlos. ¿Cuándo? ¡Ding! ¡Ding! La pregunta del millón. Afrodite se estaba estresando muchísimo, por las clases; debido al deseo de entrar al Ministerio a trabajar.

Tan sumida estaba en sus pensamientos que ni cuenta se había dado, que ya estaba bañada y vestida en su habitación, mirándose al espejo. ¿No iba a quedarse en su cama, mirando el techo? Frunció el ceño, y volvió a mirarse. Parecía que iba a reunirse con un chico, la verdad. Un short de jean oscuro, una remera marrón y unos botines bajos del mismo color de la remera. Genial. Gruñó levemente, y salió hacia los exteriores del castillo. Vestida ya, no le apetecía quedarse en us habitación, en realidad.

Una vez en los terrenos del castillo, se encontró con unas compañeras que estuvieron charlando con ella, un buen rato. Ninguna se había tropezado con alguien en el camino a Hogsmeade. Las tres habían decidido ir hacia el pueblo, y no ser las únicas rezagadas en el castillo. Estar entre las cuatro paredes y verse las caras, no era muy emocionante, la verdad. Las otras dos, dejaron sola a Afrodite, en cuanto llegaron al pueblo. Afrodite no se había dado cuenta de este suceso, sino hasta que tropezó con alguien en la calle y calló de trasero al suelo. ¡Maldita suerte la de ella! La persona con la que había chocado, ni siquiera tuvo la delicadeza de tenderle la mano, ni preguntarle si le había hecho daño... ¡Nada! Bufó y se incorporó rápidamente.

Con un mal humor renovado, no quiso entrar a ningún lugar concurrido. Sabía que podía echar chispas y maleficios a diestra y siniestra, cuando estaba con aquellos ánimos; y por lo mismo, decidió caminar por el pueblo, por los lindes del bosque. Sus pasos la llevaron hasta la verja de la Casa de los Gritos, sin ella darse mucha cuenta, y sin ser responsable de sus acciones, decidió entrar a vivir una aventura. Sí. Ilusa. ¿Aventura en aquella casa embrujada? La pobre estaba delirando, así como lo había estado, la vez que entró al bosque prohibido sola, y se había encontrado con Scamander. La puerta de la casucha, estaba abierta. Afrodite no se inmutó ante este hecho, y siguió su camino hacia el interior del lugar, en donde, estúpidamente, chocó con un mueble añejado y mugriento.

- Asco -Murmuró molesta, y se limpió la pierna desnuda, con repugnancia. Suspiró nuevamente, y entonces, se dio cuenta que la casa tenía unas escaleras que, a su parecer, les hacía falta una remodelación. Estaba en deteriorable estado, en realidad. Nunca había entrado a aquel lugar, y que lo hiciera ahora, era bastante arriesgado. ¿Qué pasaría si alguien la descubría? Sacudió la cabeza ante este pensamiento, y decidió subir ls escaleras con bastante sigilo y cuidado, de no caer, debido a lo endeble que estaba la madera, en aquel lugar. Un olor a humo de cigarro, penetró en sus fosas nasales, y enseguida arrugó la nariz. Detestaba ese olor.

Haciéndose una nota mental, que mandaría a inspeccionar aquella casa, cuando entrara a trabajar al Ministerio; entró a la única habitación que tenía el lugar. Con una puerta de madera, algo rota por los años; y solamente un mueble mullido y no tan en mal estado. Se paró en el centro de la habitación y miró a su alrededor. En el suelo, habían marcas de arañazos, que decididamente, no quería averiguar de qué eran. Una respiración en su cuello, la alarmó. Tragó grueso, y cerró los ojos, enconmendándose a Merlín, y respiró hondo para luego darse cuenta de quién era la voz.

- ¿Por qué no debería, Lawrence? -Se giró y encaró al chico que se posaba frente a ella, de manera divertida. Guapo, alto, y con un cabello realmente sexy; la miraba imponente. Lawrence Whitjers, era un compañero de casa y curso, y aunque no hablaban todo el tiempo, no le parecía del todo desagradable. Sobre todo por los continuos coqueteos que se montaban aquellos dos. Le sonrió sugerentemente, y esperó su respuesta, mientras empezaba a jugar con un mechón de su larga cabellera.

La verdad es que Afrodite se había asustado bastante, antes de darse cuenta de quién se trataba la respiración. Es decir. No es que se asustase por todo, y menos en el mundo Mágico; pero si le hacía caso a las dichosas leyendas de sus abuelos maternos, el hecho de estar en aquella casa embrujada, le ponía los pelos de punta. Pero ahora que sabía que Lawrence era el que estaba allí con ella, su susto había pasado, y su sonrisa se agrandó. Siempre era bueno estar acompañada de chicos tan agradables a la vista, como él.

-Quizá podría pasarte algo... –Le dijo el chico, recorriendo el cuerpo de Afrodite, con su mirada- Y nadie vendría a rescatarte pues tus gritos se confundirían con los que siempre se oyen en esta casa –Si la chica no se había sentido sorprendida por el tono meloso y sexy del chico, sí que lo hizo con lo que le había dicho. Había sonado bastante sugerente, para su gusto.

-Tienes razón, Lawrence –Coincidió, haciéndose la desentendida-. Pero ahora estás tú aquí, y… bueno, dudo que dejes que me pase algo malo –Chupeterreó un mechón de su cabello, mirándolo con una sonrisa ladeada, digna de Slytherin. Si él podía ser sugerente ¿por qué ella no?

Con pocos se daba de aquella manera. Y eran muchos menos los que ella podía considerar confiables para jugar a jueguitos nada recomendables para niños menores de edad. Y el chico frente a ella, estaba incluído en el último grupo mencionado. Afrodite sabía que el chico tenía su sexosidad, y eso era lo que más le gustaba de él. Que se pareciese a ella, de cierta forma.

Cuando algo se le metía entre ceja y ceja a Afrodite, no había quién la parara. La chica hacía hasta lo imposible por cumplir lo que se proponía. En este caso, se había propuesto que no iba a perder en el juego que ella misma había iniciado, por culpa de Lawrence. Se estaba metiendo en la boca del lobo, pero poco le importaba. Eran juegos que de vez en cuando le agradaba jugar, y por si fuera poco, a nadie le gustaba evadirla. Excepto Potter, pero él era un caso a parte. Es decir. ¿Qué hombre, con dos ojos en el rostro, podía resistirse a Afrodite?

No pudo evitar sonreír de lado en cuanto escuchó al muchacho frente a ella. ¿Él, lo más peligroso? No lo creía. A menos que compitiera con el fantasma del Fraile Gordo, de Hogwarts. Afrodite se humedeció los labios, pensando en la mejor manera de contestar con sarcasmo puro y duro, aquella respuesta por parte de Lawrence. Le gustaba llevarle la contraria a las personas con las que se llevaba medianamente bien, en realidad.

- ¿Tú? -Preguntó con sorna, mordiendo su labio inferior- ¿En qué mundo paralelo tú eres peligroso? -Su voz sonaba como una simple pregunta inocente, pero era más que eso. Lo estaba retando, y con aquello último que había dicho, supuso que había logrado su objetivo. Afrodite siguió jugando con su propio cabello, poniendo expresiones bastante fingidas a dulces y sencillas; esperando alguna respuesta molesta por parte de su compañero Slytherin.

La sonrisa triunfante de Afrodite, no podía ser más grande. Se estaba metiendo en un juego bastante peligroso, pero poco le importaba. Lawrence sabía bastante bien que ella solo estaba jugando, por lo que decir algunas cosas, no era un problema para ella. Mordió su labio y siguió jugando con su cabello, en cuanto el chico habló y se acercó a ella. No retrocedió ni un solo paso, pues quedaría bastante mal. Prefirió seguir, y quedarse donde estaba, haciendo que ambos quedasen a una distancia... bastante mínima. Lo que había dicho, era realmente, lo que esperaba que el chico dijese.

- Tómalo como quieras, Lawrence-Se encogió de hombros la chica, mirándolo a lo ojos. Le sostuvo la mirada mientras él encarnaba su ceja. Era como si se desafiaran con la mirada y se dijeran cosas que tal vez, no se dirian con palabras. Hacerse la dura con los chicos, a veces no le funcionaba, pero con Lawrence, siempre era divertido hacerlo. El chico siempre actuaba igual que ella en esos momentos-; pero a mi no me pareces muy peligroso que digamos.

Acomodó mejor su cabello mientras lo escaneaba y recorría con la mirada. Sí, seguía igual que siempre, tan sexy y seductor. Se mordió el labio inconcientemente y le sonrió, con coquetería. Sinceramente... ¿Cómo podía ponerse cada vez mejor? Estaba mucho mas fuerte que la ultima vez que lo habia visto o al menos, que habian estado en algun lugar... sólos.

Afrodite lo abrazó por el cuello, disfrutando del intenso beso que le estaba dando Lawrence. Por suerte, su padre aquel día no le había escrito para encontrarse y verse, así que podía quedarse un buen rato más. Lo acercó más a ella, entrelazando sus manos por detrás de su nuca, y jugó un rato con sus labios, dedicándose a no pensar en otras cosas.

Pero a pesar de que la situación le estaba gustando un poco y la estaba entreteniendo, no podía negar que se empezaba a sentir un poco incomoda; y era que el hecho de que exageraba la situación. Quizás solo estaban jugando a algunas caricias y besos; y ya Afrodite pensaba que perder su virtud en un momento de calor y calentura, con alguien con quien, si bien se llevaba bien; no era el indicado -o al menos eso sentía en aquellos momentos, tal vez después podría ser diferente, pero todo era un tal vez-; no era muy indicado que digamos.

- Quizás… debería irme –Susurró, haciéndose la tonta y se alejó del chico, sonriendo de lado, para tapar sus pensamientos incoherentes.