Tell me once, do you have for me?[Afrodite P. Schiz]

Lo peor de ser prefecto, era que te mendasen a patrullar pasillos cuando se estaba más cansada. Y eso Afrodite lo sabía, en carne propia. Aquel día, después de sus clases, había querido volver a su Sala Común y dormir como osa, toda la noche, sin cenar ni nada. Solo acostarse en su cama, y pasar de largo, hasta el día siguiente. Pero no. No había podido.

Un niño de, quizás, tercer curso; la paró en medio del pasillo de las mazmorras; y le entró una carta escrito por la profesora McGonagall. La abrió con pesadez, y en cuanto la leyó, su mundo se vino abajo. Qué molestia. Patrullar el baño del fantasma llorón, solo porque a alguien se le había ocurrido irle con el chisme a la profesora, que se escuchaban cosas, en el dichoso baño. ¿Se podía ser más idiota? Se hizo una nota mental, de cuando encontrara al soplón, se las vería con ella.

Suspiró con molestia, y volvió por sus pasos, con pesadez. No iría rápido, para encontrar escenitas que ni siquiera quería ver. Se dio todo su tiempo en salir de las mazmorras, y en cuanto se encontró en el Hall del castillo, notó que su casa llevaba menos puntos ahora, que hasta hacía minutos antes, cuando había pasado por allí. Arrugó su nariz molesta por este hecho. Hoy definitivamente no era su día.

Cansada de subir y bajar escaleras, Afrodite caminó hasta el segundo piso. Una vez allí, se cruzo de brazos al ver a dos niños, caminando hacia ella, con pose de niños bien. Alzó una ceja altaneramente y pasó de ellos, dedicándose a explotar su ira, en su propia mente. Insultaba a todo el que se le cruzara por el camino, hasta que por fin llegó al dichoso lugar de los acontecimientos.

La puerta del baño se hallaba abierta, lo cual le extrañó. Entró con sigilo, y se encontró a Myrtle, hablando con alguien. Asomó su rostro un poco para darse cuenta que se trataba de James, con el que hablaba. Parecía realmente complacida de que el chico estuviese allí; por como le hablaba. Su último chillido hizo que Afrodite tapara sus oídos. De hecho, la hizo acordarse de los constantes chillidos de sus compañeras de habitación, todas las mañanas.

Se giró para salir del lugar. De seguro James había hecho el trabajo que le tocaba a ella, y por lo mismo, se frustró. ¿Para qué la habían llamado, si también llamaron a otra persona? Chasqueó la lengua, molesta. Además, se encontraba con él. No le apetecía ser, nuevamente, el centro de sus negativas. Afrodite detestaba que le dijeran que no, y parecía que él era el único que se resistía a ella. Y eso la había cansado un poco. Pero no pudo salir, pues Potter le había hablado. Se giró, fingiendo sonreír, y se cruzó de brazos; tranquilamente.

- Buenas tardes, Potter -Saludó y lo miró-. Adiós, Potter -Dispuesta a irse, se giró. De verdad, hoy no estaba de humor, para tratar que el chico no se le negara.

Era bastante extraño todo aquello. Por fin Potter no le estaba gritando, ni resistiéndose a hablarle. De hecho le había pedido que no se fuese. Afrodite se había sorprendido tanto, que se había girado nuevamente, y había alzado sus cejas, de manera divertida y sorprendida. Miró lo que hacía, mientras se recostaba en la pared y pensaba que este Potter le estaba agradando. Es decir. Nunca se había comportado así. Siempre era un claro y perfecto ‘Schiz, en serio… Lárgate de mi vista’ o algo parecido, y era claro que poco le importaban los flirteos de la muchacha. Pero aquel día, parecía que algún Dios había iluminado al Gryffindor, y se hallaba de humor para socializar con la muchacha bonita de Slytherin.

Salió de sus pensamientos, en cuanto escuchó el sordo sonido de algo cayendo al piso. Giró su rostro para ver a un fantasma conjurado, en el suelo, espatarrado. Supuso que sería de su amiga Roxie, pues era la única que tenia aquella mentalidad tan genial. O al menos, eso pensaba Afrodite, que conocía a la Gryffindor desde pequeñas. Eran grandes amigas.

Volvió a mirar a James, quien se limpiaba la ropa y se acercaba a ella con intensiones de algún contacto físico. Suspiró y un escalofrío la recorrió por completo, en cuanto el chico la tomó de la mano y pasó su varita por todo el contorno de su muñeca, dejando una linda pulsera floral, con una rosa roja en el centro. Miró extrañada este gesto. Esto sí que estaba siendo mucho más raro que lo anterior.

- Espero que su aroma te ponga de mejor humor. Te dejo sola, no quiero molestarte mas –Comentó el chico, sorprendiendo más aún, si se podía, a Afrodite. ¿Desde cuándo el chico era tan lindo con ella? ¿En qué mundo paralelo él era quien la molestaba a ella? Cuando el chico se giró para caminar hasta la puerta, ella lo tomó de un brazo, y con toda la fuerza que pudo –la cual no era mucha-, lo giró; para quedar frente a él.

- Potter… ¿Te sientes bien? –Preguntó algo asustada, tocándole la frente a ver si no tenía fiebre, o algo parecido. Se alegraba, claramente, que el chico estuviese comportándose de aquella manera con ella, pero por lo mismo, se asustaba. Tal vez el chico estaba delirando, y por eso la trataba tan educada y servicialmente.