Ah si. La puerta está cerrada {Geralt K.}

Se dirigía a su cuarto de un humor francamente lamentable. Llevaba toda la noche levantado y nada. Ni un solo evento interesante. Ni alumnos robando en las cocinas, ni batiéndose en duelo en cualquier rincón, ni siquiera una pareja que se dirige a algún aula vacía para confraternizar. Sus botas apenas resonaban sobre el helado suelo de piedra del segundo piso, sumiendo el lugar en un silencio sepulcral y absoluto. Joder, ni tan siquiera se había cruzado con Filch o su gata infernal. De esta guisa, resignado y aburrido, llegó Geralt a la puerta de la biblioteca, dispuesto a pasar de largo rumbo a su cama. Sin embargo algo retuvo su atención. “… [k]próxima vez.”[/k]. Es lo único que consiguió entender a la femenina y juvenil voz, llegándole el principio de la frase en forma de murmullo ininteligible. Una diabólica idea cruzó la mente de Geralt, curvando su boca en una sonrisa siniestra, enseñando los dientes. Sacó ágilmente su varita, y murmurando unas palabras, apuntó a su garganta.

- ¿Qué es esto Señora Norris? Parece que alguien ha estado cotilleando en la Sección Prohibida… - preguntó el profesor, no con su voz, si no con la de Argus Filtch. Uno de los trucos de los aurores, modular la voz para que sea idéntica a la de otra persona. Si su instructor llegase a enterarse de que usaba sus hechizos para tratar de asustar una chiquilla probablemente le despellejaría. Claro que para eso tendría que estar vivo, es dificl que el cadaver de un anciano te despelleje. Geralt se acercó aún más a la puerta, hasta casi apoyarse, antes de proseguir con su “actuación”.- A la señora directora no le va a gustar, ¿verdad mí querida Señora Norris? Seguro que expulsa a esa pequeña lianta... ¡Vamos mocosa, abre la puerta y sal ahora!

Geralt dejó de apuntar a su cuello con la varita, deshaciendo el hechizo, y se retiró a un lado de la puerta, apoyando la espalda en el frío muro de piedra, esperando a que la alumna saliese, asustada como un cervatillo para sufrir la cólera del celador. A veces el profesor se preguntaba como podía ser tan infantil y absurdo. Bueno, no estaba seguro, pero siempre podía engañarse a si mismo, pensando que lo hacía para darle un escarmiento a aquella alumna por romper las reglas, ¿no? Además, realmente sentía cierta curiosidad sobre que estaba haciendo allí. Retozar con algún chico, estudiar (esperaba que no, resultaba demasiado repulsivo, aunque estuviese mal que lo pensase un profesor), o quizá realmente estaba en la Sección Prohibida. Bueno, en ese caso sí que se la llevaría a McGonagal. Geralt ensanchó su sonrisa, enseñando los dientes al oír el suave chasquido de la cerradura y el chirrido de la puerta al abrirse.

- Lo se.- afirmó Geralt, no sin cierta suficiencia. Geralt tenía muchos defectos, y entre ellos estaba el orgullo. La realidad era que era bueno en muchas cosas, y tomar el pelo a los alumnos era una de ellas. Si estos no supieran que Geralt casi nunca castigaba a los que incumplían las normas, desde luego muchos irían con pies de plomo. Se le daba bien encontrar a los alumnos (en realidad a toda clase de personas), y cuando la habilidad fallaba… Bueno, a Afrodite la había encontrado por casualidad. Geralt agitó la varita y la puerta se cerró de nuevo tras la espalda de la Slytherin. Tras eso, guardó la varita en uno de los bolsillos de su pantalón vaquero con además despreocupado, como si el estar hablando con una alumna frente a la puerta de la biblioteca en plena noche fuera lo más normal del mundo.

- ¿Y qué te trae por la biblioteca a estas horas?- preguntó Geralt, con ligereza. Geralt se preguntó como habría sonado esa pregunta en boca de otro profesor. Probablemente como un cuchillo directo a las costillas. La suya era una pregunta formulada más desde la curiosidad que desde la inquisición docente. Sin previo aviso el profesor se inclinó un poco en dirección a Afrodite, cambiando la expresión de su rostro de su mueca socarrona y a amistosa habitual a un rostro imperturbable, casi cincelado en mármol, duro y frío.- ¿tonteando con fuerzas oscuras que es mejor dejar en paz?

Sin esperar respuesta a esa pregunta Geralt se dio la vuelta, en lo que esperaba que la joven interpretara como un gesto de total y absoluto desdén y reproche, y no como un intento de impedir que ella viese como apretaba los dientes para no echarse a reír. Cualquiera que observase al profesor diría que este estaba loco. Y, ¿la verdad?, no iría muy desencaminado. No estaba loco, pero era excéntrico. Una extraña mezcla entre un auror, un maniaco y un chiquillo irresponsable. Quizá por eso la gente no se acercase mucho a él. Mera ignorancia por supuesto, Geralt no estaba loco realmente, y aunque lo estuviera, la locura no es contagiosa.