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Bienvenido a Magic is Might, un foro basado en la tercera generación de la saga de Harry Potter. Este año se realizará el torneo de los tres magos, participaran del mismo Hogwarts {Inglaterra}, Magedumanis {Grecia} y Myeongmab {Corea del Sur}. Los campeones aun no han sido elegidos, sumate a esta aventura y participa del torneo, agregando tu nombre en el cáliz o simplemente apoyando a tu campeón.
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Al son de las agujas del reloj |Vidrio *-*|
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Al son de las agujas del reloj |Vidrio *-*|
Tic.. tac.. tic.. tac..
Me cagaba en mi maldita suerte, literalmente, si es que fuera posible. Vale, quizás tenía que reconocer que no había sido todo solo una cuestión de suerte, y solo lo reconocía porque entendía que eso era sencillamente imposible. Mas prefería sobradamente esa teoría antes de replantearme, si quiera, que había sido por algo referente o parecido a una posible falta de reflejos por mi parte. Vamos, que ni de coña. Yo era el mismísimo Alexander Mathews, buscador del Equipo de Quidditch de Slytherin. Reflejos, pues, era mi segundo nombre. Punto y final. El caso es que había tenido el infortunio de haberme salido una jugarreta, de tantas, mal. Tenía la costumbre de ir muy frecuentemente al invernadero cuando caía la noche para quitarle unas cuantas plantas a la profesora de Herbología, plantas que normalmente eran muy interesantes para elaborar pociones que llamaban enormemente mi atención. Sabido era que, Pociones, era mi asignatura predilecta. Así que cualquier comentario referente a ello de más, sobra. Y elegía el anochecer por una evidente razón: difícil era que los profesores priorizaran la vigilancia del invernadero antes que los pasillos del colegio, pues era sabido por cualquier cerebro diminuto que preferíamos pasar la noche el la habitación de otra persona que pasarla con un montón de tierra, raíces, ramas y hojas. A lo sumo, mis probabilidades de no ser pillado eran muy óptimas, pues el guardabosques era tan inútil como la capacidad de realización propia que poseía un elfo doméstico. Todo había salido, en un principio, como siempre: me había colado por el ventanal de un costado que tenía la cerradura rota, había merodeado por el interior del invernadero con confianza y, finalmente, me había hecho con las seis hojas que necesitaba (tres para la poción, otras tres por si necesitaba hacer un segundo intento). Y fue justo cuando las tuve en mi mano que un foco alumbró repentinamente la puerta del lugar, que al instante empezó a ser forcejeada por alguien. ¿Un profesor? ¿El guardabosques? ¿Otro alumno? A pesar de que la última opción era - dados los demás encontronazos que había tenido - la más creíble para mí, corrí por patas sin pensármelo dos veces. Poniendo las manos en la cornisa de la ventana salí de un salto, aunque por la rapidez y falta de precisión hiciera que terminara de bruces contra el suelo y tirado unas macetas que no dudaron en dejarme en evidencia. Pillado. De a partir de ahí fue una persecución a toda velocidad por todos los terrenos del colegio, perseguido por alguien que no sabía quien cojones era. Yo solo quería librarme del castigo y de la bajada de puntos que sufriría mi casa. La periferia del bosque prohibido, el cementerio, la extensa colina que daba al castillo, el sauce boxeador. Aunque lo cierto es que no había sido consciente de que estaba cerca del sauce boxeador hasta que este no me envió por donde había venido cuan blugger golpeada por el bate. Me había llevado por delante a la persona y, de paso, un fuerte dolor se instaló cómodamente en mi brazo. Me había ganado un billete de ida, en primera clase, a la enfermería junto con una sesión de limpiar trofeos el sábado.
Abrí un ojo, mirando de refilón si había alguien más despierto en las camillas contiguas. Sabía - seis años en Hogwarts te daban para saber estas cosas - que la enfermera debería estar en un cuarto pegado a la enfermería. La luz que se dejaba asomar por la puerta de la misma dejaba claro que se encontraba despierta, seguramente por si alguno de sus ''pacientes'' necesitaba algo más. Yo, ni de coña, volvería a tomar esa mierda líquida que me habían dado. Me mantuve por largo rato más en silencio, controlando mi respiración para poder escuchar mejor a la espera de que, mucho silencio, supusiera vía libre para escaparme de ahí. Cuando así lo creí empecé a levantarme, muy poco a poco y con cuidado, intentando que esa vieja y jodida camilla de mierda no hiciera demasiado ruido. Dejé escapar una pequeña exhalación cuando mis pies se tomaron con la piedra del suelo: estaba condenadamente frío. Fruncí el ceño, llevándome la mano del brazo bueno hasta el otro para agarrármelo como si ese gesto fuera más que suficiente para aguantar esas punzaditas que me estaba dando. Empecé a caminar casi de puntillas por la habitación, ataviado con esa estúpida túnica blanca de pacientes que nos hacían poner a los que se iban a quedar un par de días. Que fe tenían. Ahora solo tenía que encontrar el lugar en el que habían puesto mi varita y mi ropa, increíblemente, dándole más importancia a lo segundo que a lo primero. Era humillante que me vieran con una bata como si fuera un abuelo de la época de mi abuelo, vamos, viejo que te cagas y en desuso de cojones.
- Mierda - Mascullé cuando, al dar un nuevo paso, mi pie de bruces contra el mueble que había al lado de una camilla. Me mordí el labio con fuerza y puse cara de estreñido mientras me aguantaba el soltar alguna serie de improperios. Me medio agaché para cogerme el pie - Mierda mierda mierda.. - Volví a repeir, pero más bajo. Escuché un ruido y me callé al tiro, alzando la mirada hacia el único punto en el que había luz. Que en un día me pillaran dos veces saltándome las normas, mandaría huevos. Gateé dos o tres pasos, y palpando con la mano lo que sería la camilla que tenía al lado, me metí debajo de ella.
Tic.. tac.. tic.. tac..
Abrí un ojo, mirando de refilón si había alguien más despierto en las camillas contiguas. Sabía - seis años en Hogwarts te daban para saber estas cosas - que la enfermera debería estar en un cuarto pegado a la enfermería. La luz que se dejaba asomar por la puerta de la misma dejaba claro que se encontraba despierta, seguramente por si alguno de sus ''pacientes'' necesitaba algo más. Yo, ni de coña, volvería a tomar esa mierda líquida que me habían dado. Me mantuve por largo rato más en silencio, controlando mi respiración para poder escuchar mejor a la espera de que, mucho silencio, supusiera vía libre para escaparme de ahí. Cuando así lo creí empecé a levantarme, muy poco a poco y con cuidado, intentando que esa vieja y jodida camilla de mierda no hiciera demasiado ruido. Dejé escapar una pequeña exhalación cuando mis pies se tomaron con la piedra del suelo: estaba condenadamente frío. Fruncí el ceño, llevándome la mano del brazo bueno hasta el otro para agarrármelo como si ese gesto fuera más que suficiente para aguantar esas punzaditas que me estaba dando. Empecé a caminar casi de puntillas por la habitación, ataviado con esa estúpida túnica blanca de pacientes que nos hacían poner a los que se iban a quedar un par de días. Que fe tenían. Ahora solo tenía que encontrar el lugar en el que habían puesto mi varita y mi ropa, increíblemente, dándole más importancia a lo segundo que a lo primero. Era humillante que me vieran con una bata como si fuera un abuelo de la época de mi abuelo, vamos, viejo que te cagas y en desuso de cojones.
- Mierda - Mascullé cuando, al dar un nuevo paso, mi pie de bruces contra el mueble que había al lado de una camilla. Me mordí el labio con fuerza y puse cara de estreñido mientras me aguantaba el soltar alguna serie de improperios. Me medio agaché para cogerme el pie - Mierda mierda mierda.. - Volví a repeir, pero más bajo. Escuché un ruido y me callé al tiro, alzando la mirada hacia el único punto en el que había luz. Que en un día me pillaran dos veces saltándome las normas, mandaría huevos. Gateé dos o tres pasos, y palpando con la mano lo que sería la camilla que tenía al lado, me metí debajo de ella.
Alexander Mathews»Slytherin - Mensajes : 74
Fecha de inscripción : 05/02/2012
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