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Best, best, best... friend? {Christopher}
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Best, best, best... friend? {Christopher}
El camino que había desde Hogwarts hasta Hogsmeade me lo hice con una feliz sonrisa en el rostro. Cualquiera diría "sonríe como siempre" pero aquella sonrisa era diferente, aquella se debía a algo en especial. Habíamos decidido, Christpher y yo, que aquel día lo dedicaríamos a nosotros, dado que hacía muchísimo tiempo que no pasábamos un día de amigos, como los que solíamos tener hacía unos años. No era que no nos viésemos, puesto que en eso éramos inseparables, pero la verdad era que siempre tenía que compartirle, ya fuese con Felicity, Hugo o con cualquier otra persona. Nunca teníamos nuestros momentos a solas, no me gustaba compartirle. Siempre había sido mi mejor amigo, mío y de nadie más, pero desde que habíamos entrado a Hogwarts se había hecho con más amigos, y a mi, posesiva y celosa como era, no me hacía tanta gracia, aunque sabía que él tenía que hacer otros amigos. Quizá era el miedo porque algún día me cambiase por otra mejor amiga que le cayese mejor. 'No, Chris no es de esos' me recriminaba mi subconsciente cada vez que pensaba en ello, y la verdad era que me aliviaba que me lo dijese.
Mis manos reposaban tranquilas dentro de los bolsillos de mi pantalón vaquero, mientras mis pies continuaban caminando hacia el sitio pactado, en el cual había quedado con él en tan solo cinco minutos. Aligeré un poco el paso, dado que no quería llegar tarde esta vez, y una vez en el ludar me senté sobre el poyete, esperando. La gente a mi alrededor caminaba con sus abrigos puestos en cambio yo, que no sabía la temperatura que había en el ambiente, quizá había hecho mal en tan solo ponerme un pequeño jersey de los pitufos. La gente que pasaba me miraba de forma rara, y lo cierto era que me incomodaba más que otra cosa. Quizá tendría que haber mirado el clima antes de salir. Que no sintiese el frío o el calor no quería decir que no pudiese coger una pulmonía en cuestión de segundos. Saqué mi varita, que se encontraba en la parte de atrás de mi pantalón y con un simple accio hice que mi abrigo volase hacia mi.
Tras varios segundos de estar sentada, después de ponerme el abrigo bien abrochado, me levanté, mi culo inquieto no tenía ganas de estar sentado más tiempo. Tan solo habían sido pocos segundos, pero para mi habían sido muchos más. Comencé a caminar de lado a lado, y de pronto, una cancioncita comenzó a salir de mis labios, tarareada. Comencé a bailotear un poquito, sin importarme que aquellas personas me estuviesen mirando como si de una loca me tratase. ¿Quién me garantizaba que no era así?. Chris se estaba retrasando, pero a él se lo perdonaba todo.
Mis manos reposaban tranquilas dentro de los bolsillos de mi pantalón vaquero, mientras mis pies continuaban caminando hacia el sitio pactado, en el cual había quedado con él en tan solo cinco minutos. Aligeré un poco el paso, dado que no quería llegar tarde esta vez, y una vez en el ludar me senté sobre el poyete, esperando. La gente a mi alrededor caminaba con sus abrigos puestos en cambio yo, que no sabía la temperatura que había en el ambiente, quizá había hecho mal en tan solo ponerme un pequeño jersey de los pitufos. La gente que pasaba me miraba de forma rara, y lo cierto era que me incomodaba más que otra cosa. Quizá tendría que haber mirado el clima antes de salir. Que no sintiese el frío o el calor no quería decir que no pudiese coger una pulmonía en cuestión de segundos. Saqué mi varita, que se encontraba en la parte de atrás de mi pantalón y con un simple accio hice que mi abrigo volase hacia mi.
Tras varios segundos de estar sentada, después de ponerme el abrigo bien abrochado, me levanté, mi culo inquieto no tenía ganas de estar sentado más tiempo. Tan solo habían sido pocos segundos, pero para mi habían sido muchos más. Comencé a caminar de lado a lado, y de pronto, una cancioncita comenzó a salir de mis labios, tarareada. Comencé a bailotear un poquito, sin importarme que aquellas personas me estuviesen mirando como si de una loca me tratase. ¿Quién me garantizaba que no era así?. Chris se estaba retrasando, pero a él se lo perdonaba todo.
Heaven L. Phrekënjisk»Gryffindor - Mensajes : 98
Fecha de inscripción : 26/12/2011
Re: Best, best, best... friend? {Christopher}
¿Que me podía poner? No es que tuviera una cita -o sí-, pero había quedado con Heaven para pasar la tarde juntos, razón suficiente como para ir presentable. Yo siempre intentaba vestir bien, tenía un estilo propio, no me gustaba ir hecho un asco por la vida. Pero indeciso era un rato, y tiempo, lamentablemente, era de lo que escaseaba en ese instante. Si no espabilaba, llegaría tarde a la no-cita. Intentaba convencerme a mi mismo que así era, pues a mi el tema de las chicas, no se me daba muy bien, por no decir fatal. ¿No te lo crees? Solo hace falta decir que a mis dieciséis años aún no había besado a nadie. ¿Triste verdad? Pero así era. Sin embargo con Heaven era distinto. Ella era la excepción. Ella había sido, era y sería especial para mi. ¿Por qué? Por que la conocía desde que ella nació y yo tenía un año. Nos cambiaron los pañales juntos, nos criamos juntos, crecimos juntos, lo hicimos todo juntos -bañarnos no-. Desde enanos nos unió una fuerte e inquebrantable amistad, eramos inseparables, los terremoto, siameses. Sí, porque donde iba uno, iba el otro. Era una persona importante en mi vida, no hacia falta ser muy inteligente para averiguarlo. Un especial afecto nos unía. Y aunque seguía siendo así, a medida que fuimos creciendo nuestro tiempo juntos disminuyó, no por nada en especial, si no porque debíamos de repartir nuestro tiempo entre nuestro otros amigos.
Y ese era el motivo de nuestra no-cita. Tras pensármelo varias veces, me decanté por ponerme una camiseta de manga corta color crema que ponía "Free Hugs" en letras oscuras. Idónea para la ocasión. Encima me puse una chaqueta fina de color morado, que hacían juego con mis deportivas. Como estábamos en pleno invierno y yo, aún, no estaba tan pirada de la cabeza como para salir así a la calle, me coloqué encima el abrigo -me subí la cremallera hasta arriba, escondiendo medio rostro- y me coloqué el gorro de nieve. Ya estaba listo para salir a la calle. Me miré en el espejo. Oh sí, parecía todo un esquimal. A veces envidiaba a mi amiga por no sentir nunca la temperatura, ni frío ni calor.
Como era de esperar, cuando llegué a Hogsmeade, pasaban ya 10 minutos de la hora acordada. Yo y la puntualidad no eramos amigos, y Heaven ya estaba mas que acostumbrada a esa no-cualidad mía. Llegué al punto de encuentro, y mis ojos se encontraron directamente con una alegre y paciente Hell, que como de costumbre, se aburría demasiado como para esperarme quietecita. Miradas curiosas y risas burlonas se posaban sobre mi amiga, y ella tan felizmente las ignoraba todas. Sin pensármelo dos veces me puse a hacer el imbécil con ella, uniéndome a ese pequeño bailecito y cantando a los cuatro viento aquella canción que tan bien me sabía. -¿Comenzando la fiesta sin mi?- Pregunté con una sonrisa, abriendo los brazos para que, como siempre hacíamos, ella se abalanzara sobre mi y nos fundiéramos en un estrecho abrazo.
Y ese era el motivo de nuestra no-cita. Tras pensármelo varias veces, me decanté por ponerme una camiseta de manga corta color crema que ponía "Free Hugs" en letras oscuras. Idónea para la ocasión. Encima me puse una chaqueta fina de color morado, que hacían juego con mis deportivas. Como estábamos en pleno invierno y yo, aún, no estaba tan pirada de la cabeza como para salir así a la calle, me coloqué encima el abrigo -me subí la cremallera hasta arriba, escondiendo medio rostro- y me coloqué el gorro de nieve. Ya estaba listo para salir a la calle. Me miré en el espejo. Oh sí, parecía todo un esquimal. A veces envidiaba a mi amiga por no sentir nunca la temperatura, ni frío ni calor.
Como era de esperar, cuando llegué a Hogsmeade, pasaban ya 10 minutos de la hora acordada. Yo y la puntualidad no eramos amigos, y Heaven ya estaba mas que acostumbrada a esa no-cualidad mía. Llegué al punto de encuentro, y mis ojos se encontraron directamente con una alegre y paciente Hell, que como de costumbre, se aburría demasiado como para esperarme quietecita. Miradas curiosas y risas burlonas se posaban sobre mi amiga, y ella tan felizmente las ignoraba todas. Sin pensármelo dos veces me puse a hacer el imbécil con ella, uniéndome a ese pequeño bailecito y cantando a los cuatro viento aquella canción que tan bien me sabía. -¿Comenzando la fiesta sin mi?- Pregunté con una sonrisa, abriendo los brazos para que, como siempre hacíamos, ella se abalanzara sobre mi y nos fundiéramos en un estrecho abrazo.
Christopher E. Lynch»Gryffindor - Mensajes : 37
Fecha de inscripción : 27/12/2011
Re: Best, best, best... friend? {Christopher}
Vale que era mi mejor amigo y a él se lo consentía todo, pero joder, él sabía la poca paciencia que yo tenía, por lo que tendría que haber estado allí incluso antes de que yo llegase. A pesar de todo, continuaba con mi bailecito idiota, notando las miradas reprochantes puestas sobre mi nuca. Sabía lo que querían decir, todos estirados y perfectos haciendo sus compras aburridas y perfectas. Bah, yo era perfectamente imperfecta y eso nadie me lo quitaba. Me gustaba ser yo, la loca Heaven, la que no para quieta más de dos minutos, y eso nadie me lo iba a quitar, lo tenía claro. Seguía tarareando la cancioncita mientras bailoteaba hasta que noté como alguien, junto a mi, bailaba también. No me hizo falta alzar la cabeza demasiado para saber de quien se trataba. Reí, con aquella risa tan aniñada y peculiar en mi, y le miré, sin dejar de bailar. Escuché su pregunta y encogí mis hombros. -Si tú te retrasas la fiesta no tiene por que retrasarse contigo-. Comenté, dejando por fin de bailar y sacándole la lengua.
Abrió los brazos, cosa tan normal en nosotros que ya estábamos acostumbrados, y yo, tan feliz y sonriente como siempre, me abalancé sobre él, dejándo que me estrechase entre sus brazos de aquella forma que solo él sabía. No podía creerme lo mucho que había echado de menos un momento como aquel, porque últimamente teníamos muy pocos. Recordaba que antes, en los primeros años de Hogwarts, donde estaba uno estaba el otro, pero claro, a medida que habíamos ido creciendo, nos habíamos distanciado más. Si, seguíamos estando juntos, pero ya no era lo mismo. Yo tenía a mis amigas, que, quisiera o no me comprendían mejor que él, siendo chico, y él tenía a los cazurros de los suyos. Compartíamos amigos, a casi todos, pero él pedía más consejos a ellos, era la cosa más normal, supuse. A pesar de todo, a mi, como buena amiga celosa que era, no me gustaba demasiado que ya no fuese yo su única confidente. Quizá al entrar a Hogwarts había firmado un contrato para compartirle.
Me solté de su abrazo suavemente, pero no me aparté ni retiré mis brazos de alrededor de su cuello, porque no, aquel día era mío y de nadie más, eso como que yo me llamaba Heaven Luna Phrekënjisk. Me fijé en su indumentaria. Abrigo bien abrochado, gorro de lana, ropa abrigada... vamos, se notaba a leguas que yo no sentía frío alguno, puesto que mi chaqueta era muchísimo más fina que la suya. Sus mofletes y nariz estaban rojos por el frío, y le daban un aspecto aniñado que, para que mentir, a mi me encantaba. -Muero por unas chuches-. Comenté una vez hube besado su mejilla mil y una veces a modo de saludo. -Y estoy segura de que no me vas a negar que tú también quieres-. Agregué divertida.
Ni siquiera le di tiempo a responderme, pues en cuestión de segundos ya estaba tirando de su mano hacia Honeydukes, la tienda más grande de Hogsmeade, la cual estaba repleta de cosas ricas. Mientras caminábamos hacia allí, pues ya había soltado su mano y caminaba a mi lado por si solo, le miré con una pequeña sonrisa. -¿Qué has hecho estos días? No hemos tenido mucho tiempo para hablar-. Pregunté, no solo por entablar conversación, si no porque me interesaba saber que era a lo que se dedicaba cuando no estaba con él. -Me tienes abandonada... te echo de menos-. Agregué después con voz de niña pequeña mientras le regalaba un pucherito, de esos que a él tanto le gustaban.
Abrió los brazos, cosa tan normal en nosotros que ya estábamos acostumbrados, y yo, tan feliz y sonriente como siempre, me abalancé sobre él, dejándo que me estrechase entre sus brazos de aquella forma que solo él sabía. No podía creerme lo mucho que había echado de menos un momento como aquel, porque últimamente teníamos muy pocos. Recordaba que antes, en los primeros años de Hogwarts, donde estaba uno estaba el otro, pero claro, a medida que habíamos ido creciendo, nos habíamos distanciado más. Si, seguíamos estando juntos, pero ya no era lo mismo. Yo tenía a mis amigas, que, quisiera o no me comprendían mejor que él, siendo chico, y él tenía a los cazurros de los suyos. Compartíamos amigos, a casi todos, pero él pedía más consejos a ellos, era la cosa más normal, supuse. A pesar de todo, a mi, como buena amiga celosa que era, no me gustaba demasiado que ya no fuese yo su única confidente. Quizá al entrar a Hogwarts había firmado un contrato para compartirle.
Me solté de su abrazo suavemente, pero no me aparté ni retiré mis brazos de alrededor de su cuello, porque no, aquel día era mío y de nadie más, eso como que yo me llamaba Heaven Luna Phrekënjisk. Me fijé en su indumentaria. Abrigo bien abrochado, gorro de lana, ropa abrigada... vamos, se notaba a leguas que yo no sentía frío alguno, puesto que mi chaqueta era muchísimo más fina que la suya. Sus mofletes y nariz estaban rojos por el frío, y le daban un aspecto aniñado que, para que mentir, a mi me encantaba. -Muero por unas chuches-. Comenté una vez hube besado su mejilla mil y una veces a modo de saludo. -Y estoy segura de que no me vas a negar que tú también quieres-. Agregué divertida.
Ni siquiera le di tiempo a responderme, pues en cuestión de segundos ya estaba tirando de su mano hacia Honeydukes, la tienda más grande de Hogsmeade, la cual estaba repleta de cosas ricas. Mientras caminábamos hacia allí, pues ya había soltado su mano y caminaba a mi lado por si solo, le miré con una pequeña sonrisa. -¿Qué has hecho estos días? No hemos tenido mucho tiempo para hablar-. Pregunté, no solo por entablar conversación, si no porque me interesaba saber que era a lo que se dedicaba cuando no estaba con él. -Me tienes abandonada... te echo de menos-. Agregué después con voz de niña pequeña mientras le regalaba un pucherito, de esos que a él tanto le gustaban.
Heaven L. Phrekënjisk»Gryffindor - Mensajes : 98
Fecha de inscripción : 26/12/2011
Re: Best, best, best... friend? {Christopher}
Mis brazos no tardaron ni dos segundos en rodear todo su cuerpo, estrechándolo -siempre de una forma especial y tierna- con mucho cuidado. Como siempre, sus brazos se adueñaron de mi cuello, enroscándose a su alrededor, haciendo que ambos nos fundiéramos en un largo y estrecho abrazo. Escondí el rostro en el hueco de su cuello, cerrando los ojos durante unos segundos, aspirando, mientras, su aroma. Aquel olor tan característico suyo -olía a vainilla- inundó rápidamente mis pulmones, haciéndome suspirar. Me encantaba. No podría decir cuanto rato estuvimos abrazados, pero si podría decir que en ese momento, para mi, se paró el tiempo. ¡Echaba tantísimo de menos aquellos abrazos...! Tan solo me limité a disfrutar de ella, del bienestar que me proporcionaba aquel insignificante gesto para muchos, pero imprescindible para mi. Yo era una persona bastante cariñosa, y los abrazos eran parte de mi día a día. Sin ellos me sentía vacío, sin embargo, en esos minutos, me sentí vivo, radiante y pletórico. ¿Frío? Ya ni lo sentía.
Besó mis mejillas hasta la saciedad, gesto que lejos de molestarme consiguió arrancarme una bonita y divertida sonrisa. ¿Por qué con ella era todo tan fácil y tan natural? La conocía desde que tenía uso de razón, pero no dejaba de ser una chica. Realmente, verme sociabilizar con otra fémina que no fuera ella, era casi una misión imposible. Mis labios, algo doloridos por frío, depositaron un sonoro y enérgico beso en cada uno de sus mofletes, depositando otro mucho mas suave y juguetón en la nariz. Siempre solía hacerlo, no preguntes por qué, pues era una de mis otras tantas manías -que solo llevaba a cabo con ella-. Mis ojos se abrieron como platos cuando de su boca salió tan dulcemente la palabra "chuche" que tan solo de oirla, se me hacía la boca agua. Comida + yo = Felicidad. Mi sonrisa se ensachó desmesuradamente.
Una estúpida risita -je... jeje... jejeje... jejejejej- fue toda la respuesta que le di a su comentario. Y estaba seguro que no hacía falta decirle nada mas para que comprendiera que la idea me había parecido mas que genial. Su mano tiró de la mía en dirección a la tienda mas frecuentada por ambos, el paraíso de Honeydukes. Pronto me adapté a su paso acelerado, colocándome a su lado y resguardando, de nuevo, las manos del frío, dentro del abrigo. Le miré apenado al ver aquel pucherito que hacía tanto no me regalaba. Si es que era para comérsela, adorable. Volví a sacar las manos de su guarida, para enviarlas directamente a su cintura, rodeándola y haciendo retroceder un par de pasos. -Yo también te echaba de menos- Informé, inflando las mejillas cual niño pequeño, sonriéndole después de aquella forma tan mía. La abracé de nuevo, aunque ésta vez -valiéndome de toda mi fuerza de macho cabrío- para alzarla del suelo, haciéndola girar en el aire, dando vueltas.
Cierto era que pasábamos menos tiempo juntos, bastante a decir verdad. Pero yo, al ser un año mayor que ella, necesitaba aplicarme algo mas en los estudios, pues la dificultad era mayor. Estudios + nuevos amigos = Chris estresado y con poco tiempo. Volví a dejarla en el suelo, y reanudando el paseito, cogí su mano, haciéndonos caminar agarrados por las calles de Hogsmeade, con total naturalidad. - No te abandono... - Dije con pesar, algo culpable. Me hacía sentir mal que ella pensara aquello, o que se sintiera así. -Eres mi enana... sabes que jamás te dejaría- Aclaré. Le dediqué una bonita sonrisa, demostrándole toda mi sinceridad en aquellas palabras. -Pero tengo exámenes... deberes... compañeros de habitación pesados..- Solté una risita por esto último, encogiéndome de brazos.
Besó mis mejillas hasta la saciedad, gesto que lejos de molestarme consiguió arrancarme una bonita y divertida sonrisa. ¿Por qué con ella era todo tan fácil y tan natural? La conocía desde que tenía uso de razón, pero no dejaba de ser una chica. Realmente, verme sociabilizar con otra fémina que no fuera ella, era casi una misión imposible. Mis labios, algo doloridos por frío, depositaron un sonoro y enérgico beso en cada uno de sus mofletes, depositando otro mucho mas suave y juguetón en la nariz. Siempre solía hacerlo, no preguntes por qué, pues era una de mis otras tantas manías -que solo llevaba a cabo con ella-. Mis ojos se abrieron como platos cuando de su boca salió tan dulcemente la palabra "chuche" que tan solo de oirla, se me hacía la boca agua. Comida + yo = Felicidad. Mi sonrisa se ensachó desmesuradamente.
Una estúpida risita -je... jeje... jejeje... jejejejej- fue toda la respuesta que le di a su comentario. Y estaba seguro que no hacía falta decirle nada mas para que comprendiera que la idea me había parecido mas que genial. Su mano tiró de la mía en dirección a la tienda mas frecuentada por ambos, el paraíso de Honeydukes. Pronto me adapté a su paso acelerado, colocándome a su lado y resguardando, de nuevo, las manos del frío, dentro del abrigo. Le miré apenado al ver aquel pucherito que hacía tanto no me regalaba. Si es que era para comérsela, adorable. Volví a sacar las manos de su guarida, para enviarlas directamente a su cintura, rodeándola y haciendo retroceder un par de pasos. -Yo también te echaba de menos- Informé, inflando las mejillas cual niño pequeño, sonriéndole después de aquella forma tan mía. La abracé de nuevo, aunque ésta vez -valiéndome de toda mi fuerza de macho cabrío- para alzarla del suelo, haciéndola girar en el aire, dando vueltas.
Cierto era que pasábamos menos tiempo juntos, bastante a decir verdad. Pero yo, al ser un año mayor que ella, necesitaba aplicarme algo mas en los estudios, pues la dificultad era mayor. Estudios + nuevos amigos = Chris estresado y con poco tiempo. Volví a dejarla en el suelo, y reanudando el paseito, cogí su mano, haciéndonos caminar agarrados por las calles de Hogsmeade, con total naturalidad. - No te abandono... - Dije con pesar, algo culpable. Me hacía sentir mal que ella pensara aquello, o que se sintiera así. -Eres mi enana... sabes que jamás te dejaría- Aclaré. Le dediqué una bonita sonrisa, demostrándole toda mi sinceridad en aquellas palabras. -Pero tengo exámenes... deberes... compañeros de habitación pesados..- Solté una risita por esto último, encogiéndome de brazos.
Christopher E. Lynch»Gryffindor - Mensajes : 37
Fecha de inscripción : 27/12/2011
Re: Best, best, best... friend? {Christopher}
Caricias por aquí, besos por allá. Eso era lo que, básicamente, adornaba nuestra bien cuidada relación. A pesar del reciente distanciamiento, habíamos sabido mantenernos unidos, ya fuese mentalmente o de forma corpórea. Cuando ambos estábamos juntos seguíamos siendo los mismos tontos que hacían gansadas por la calle, se achuchaban sin venir a cuento o reían a carcajada limpia sin siquiera saber de que. Su risita, aquella que él calificaba como estúpida pero que para mi era completamente adorable, salió a la luz nada más escuchar la palabra "chuches". Se le veía tan crío cuando lo hacía que me enamoraba. Estaba muerto de frío, y podía notarlo por su rostro. En ocasiones a mi misma me hubiese gustado poder sentirlo, tan solo para saber qué se sentía cuando hacía 5ºC a la sombra, qué se sentía al tener los dedos de los pies congelados. Si, muchos de ellos querrían no sentirlo, pero yo ni siquiera sabía el porque.
Mientras soltaba una aniñada risa, volví a girar mi mirada hacia la tienda, a la cual seguíamos aproximándonos. En ese lapso de tiempo, sus manos rodearon mi cintura, haciéndome retroceder un par de pasos hasta quedar pegada a él. Me reí al escucharle y, seguidamente, noté como mis pies se alzaban del suelo. Chris podía ser uno de los más pequeños de su curso, pero tenía fuerza, a pesar de que para levantarme a mi no se necesitase demasiada. Giramos en el aire, quizá un par de vueltas, antes de que mis pies volviesen a rozar el suelo. Mi risa había aparecido nada más notarme en vuelo, por lo que cuando bajé aún seguía riendo, y es que solo él me hacía reír de aquella manera. -Pero no tanto como yo... mi corazón es más grande que el tuyo-. Comenté, rebelde, sacándole la lengua mientras alzaba una ceja divertida y meneaba la cabeza, cuan niña pequeña en pleno berrinche de "pues yo tengo esto y tú noo".
Mi mano volvió a envolver la suya, poniéndome en marcha de nuevo tras aquel pequeño lapso de tiempo. Prefería entrar pronto a la tienda y que el pobre no pasase más frío, su nariz parecía la de un reno de papa noel. -No te sientas culpable, se que esto no es como antes, cuando tenías todo tu tiempo para mi-. Expliqué mientras le abrazaba con ternura, pero esta vez sin dejar de caminar. -Me conformo con tus lechuzas y con saber que, aunque sea un momento de tu día, te acuerdas de mi-. Porque yo me acordaba de él a todas horas. Se había vuelto algo indispensable en mi día a día. Cuando no estaba con él me faltaba algo y cuando debía dejarle marchar, ya fuese porque tenía una clase que yo no o porque debía irse a dormir, algo en mi se apagaba. ¿Que si estaba enamorada de mi mejor amigo? Muchísimo, como no se imaginaba. ¿Quién lo sabía? Absolutamente nadie. Aquello era algo que jamás podría confesar. Miedo al rechazo, quizá, miedo a que me dijesen que estaba completa e irrevocablemente loca... mucho peor.
Tiré de la empuñadura de la puerta, con algo de fuerza, dado que estaba atascada, y me adentré en la mayor tienda de chuches que conocía. Un olor dulzón me embriagó por completo. -Me encanta...-. Susurré a Chris con una sonrisita, como esas que ponen los niños pequeños el día de reyes. Aplaudí varias veces y caminé por las miles de estanterías. -¿Te quedarás a dormir conmigo hoy? Tengo una sorpresa preparada a la cual no podrás negarte-. Comenté sin siquiera mirarle, pues ya le había echado el ojo a un par de piruletas con unos colores que me atraían más de lo normala las cuales a primera vista, y sin ponerme a pensarlo mucho, segurísimo no llegaba. -Mierda... que altas-. Murmuré, miré a mi alrededor pero no vi a Chris, seguramente no andaba lejos, pero si se había ido directo a alguna cosa que él quisiese. Provaría suerte por mi misma. Tomé una banqueta, no mucho más alta que uno de los peldaños de la estantería y me subí sobre ella, aún así tuve que ponerme de puntillas, agarrarme a una de las tablas más altas y tirar hacia arriba de mi cuerpo para que mi otra mano consiguiese alcanzarlas. La rozaba, ya casi la tenía, cuando de pronto, la tabla a la que me agarraba con la otra mano se venció hacia mi, cayéndome encima junto con todo lo que ésta llevaba, haciéndome caer a mi también hacia atrás. "De nuevo esa maldita tabla suelta" se escuchó decir al dueño, el cual corrió a socorrerme de debajo de montañas de chucherías y aquella madera rebelde, que me había dejado una marca roja bastante fea, que seguro dejaba un moratón y un chichón que para qué contarlo, en toda la frente de la cual yo ni siquiera me había inmutado. Me levanté, con ayuda de aquel buen hombre, que me preguntó mil y una veces si me encontraba bien. Yo estaba perfecta... aunque quizá se debía a la CIPA, no creía haberme roto nada.
Mientras soltaba una aniñada risa, volví a girar mi mirada hacia la tienda, a la cual seguíamos aproximándonos. En ese lapso de tiempo, sus manos rodearon mi cintura, haciéndome retroceder un par de pasos hasta quedar pegada a él. Me reí al escucharle y, seguidamente, noté como mis pies se alzaban del suelo. Chris podía ser uno de los más pequeños de su curso, pero tenía fuerza, a pesar de que para levantarme a mi no se necesitase demasiada. Giramos en el aire, quizá un par de vueltas, antes de que mis pies volviesen a rozar el suelo. Mi risa había aparecido nada más notarme en vuelo, por lo que cuando bajé aún seguía riendo, y es que solo él me hacía reír de aquella manera. -Pero no tanto como yo... mi corazón es más grande que el tuyo-. Comenté, rebelde, sacándole la lengua mientras alzaba una ceja divertida y meneaba la cabeza, cuan niña pequeña en pleno berrinche de "pues yo tengo esto y tú noo".
Mi mano volvió a envolver la suya, poniéndome en marcha de nuevo tras aquel pequeño lapso de tiempo. Prefería entrar pronto a la tienda y que el pobre no pasase más frío, su nariz parecía la de un reno de papa noel. -No te sientas culpable, se que esto no es como antes, cuando tenías todo tu tiempo para mi-. Expliqué mientras le abrazaba con ternura, pero esta vez sin dejar de caminar. -Me conformo con tus lechuzas y con saber que, aunque sea un momento de tu día, te acuerdas de mi-. Porque yo me acordaba de él a todas horas. Se había vuelto algo indispensable en mi día a día. Cuando no estaba con él me faltaba algo y cuando debía dejarle marchar, ya fuese porque tenía una clase que yo no o porque debía irse a dormir, algo en mi se apagaba. ¿Que si estaba enamorada de mi mejor amigo? Muchísimo, como no se imaginaba. ¿Quién lo sabía? Absolutamente nadie. Aquello era algo que jamás podría confesar. Miedo al rechazo, quizá, miedo a que me dijesen que estaba completa e irrevocablemente loca... mucho peor.
Tiré de la empuñadura de la puerta, con algo de fuerza, dado que estaba atascada, y me adentré en la mayor tienda de chuches que conocía. Un olor dulzón me embriagó por completo. -Me encanta...-. Susurré a Chris con una sonrisita, como esas que ponen los niños pequeños el día de reyes. Aplaudí varias veces y caminé por las miles de estanterías. -¿Te quedarás a dormir conmigo hoy? Tengo una sorpresa preparada a la cual no podrás negarte-. Comenté sin siquiera mirarle, pues ya le había echado el ojo a un par de piruletas con unos colores que me atraían más de lo normala las cuales a primera vista, y sin ponerme a pensarlo mucho, segurísimo no llegaba. -Mierda... que altas-. Murmuré, miré a mi alrededor pero no vi a Chris, seguramente no andaba lejos, pero si se había ido directo a alguna cosa que él quisiese. Provaría suerte por mi misma. Tomé una banqueta, no mucho más alta que uno de los peldaños de la estantería y me subí sobre ella, aún así tuve que ponerme de puntillas, agarrarme a una de las tablas más altas y tirar hacia arriba de mi cuerpo para que mi otra mano consiguiese alcanzarlas. La rozaba, ya casi la tenía, cuando de pronto, la tabla a la que me agarraba con la otra mano se venció hacia mi, cayéndome encima junto con todo lo que ésta llevaba, haciéndome caer a mi también hacia atrás. "De nuevo esa maldita tabla suelta" se escuchó decir al dueño, el cual corrió a socorrerme de debajo de montañas de chucherías y aquella madera rebelde, que me había dejado una marca roja bastante fea, que seguro dejaba un moratón y un chichón que para qué contarlo, en toda la frente de la cual yo ni siquiera me había inmutado. Me levanté, con ayuda de aquel buen hombre, que me preguntó mil y una veces si me encontraba bien. Yo estaba perfecta... aunque quizá se debía a la CIPA, no creía haberme roto nada.
Heaven L. Phrekënjisk»Gryffindor - Mensajes : 98
Fecha de inscripción : 26/12/2011
Re: Best, best, best... friend? {Christopher}
Y aquella risa tan aniñada y hermosa salió a la luz nada más elevarla del suelo. Sí, parecíamos unos críos, pero al fin y al cabo, unos críos felices por estar juntos. Y es que parecía que el día no podía acabar sin antes haberla visto y/o hablado con ella. Algunas veces mis compañeros, mis amigos, se burlaban de mi por ello: "A Chris le gusta Heaven", me decían una y otra vez con aquellas voces cantarinas que tanto me irritaban. Claro, yo siempre negaba tal hecho, y aun me cabreaba más, porque ni yo mismo me tragaba mis propias palabras. ¿Pero como iba yo a admitir que me había enamorado de mi mejor amiga? De esa chica que me había visto en pañales, que me había visto caer, levantar, llorar, reír, que me había visto crecer mientras ella lo hacía también. Un fuerte lazo nos había unido desde que no levantábamos un palmo del suelo, pero jamás hubiera pensado que ese lazo me iba a llevar hasta el punto de quererla como la quería. A mi me costó lo mío llegar a esa conclusión, al principio me lo negaba a mi mismo. Pero claro, alguna explicación lógica debía de haber a esos celos que nacían en mi interior cuando la veía junto a cualquier otro chico.
Por mucho que ella insistiera en que así no fuera, yo me sentía tremendamente culpable por no poder dedicarle todo el tiempo que se merecía, por no decir toda la vida. Dejé escapar un pequeño suspiro, ella no se imaginaba cuanto tiempo ocupaba en mi mente, por lo que me quedé callado, caminando a un paso mas acelerado. ¡Me estaba congelando! Pronto llegamos a la tienda, de la cual no tardó en escaparse un aroma dulce y embriagador que me engatusó nada más abrir la puerta. Aquel olor me recordaba mucho al perfume de vainilla de Heaven. Una sonrisa tan tonta como la de mi pequeña leona se dibujó de inmediato en mi rostro. El paraíso para mi ya tenía nombre. - ¿Dormir contigo? - Cualquiera pensaría que nuestras intenciones precisamente no eran dormir, sin embargo, para nosotros aquellas palabras no contenían mas significado del que un niño de cinco años pudiera entrever en ellas. Dormir era dormir, y yo, encantado de pasar la noche con ella, como en los viejos tiempos.
- Claro que sí, enana - Murmuré, poco antes de perderla de vista al ser cautivado por la tentadora montaña de golosinas varias que se alzaba ante mis ojos. Mis pies se fueron directos hacia ella, y mis manos actuaron por si solas. -Esto sí, esto también, y esto... ... ... sí - Murmuraba para mi mismo mientras llenaba una bolsón de aquellos manjares. Claro, luego me quejaba si me llamaban comilón. De pronto un escalofrío recorrió mi cuerpo, desconcertado por el inesperado estruendo causado en otro punto de la tienda. Fruncí el ceño. - Heaven - ¿Como podía saber yo que había sido ella la cuasante de ese desastre? Llamadlo sexto sentido si queréis, pero lo sabía. Eché a correr hacia ella, viéndola en el suelo cuando llegué, bajo una gran montaña de piruletas. Tenía la frente colorada. -¿Estás bien? - ¿Para que le preguntaba? Estaba claro que sí, o al menos dolor no sentía. Una incontrolable risa nació desde el interior de mi ser, haciendome soltar carcajadas sonoras que se escuchaban por toda la tienda.
-Perdón .. perdón.. pero...- A penas podía articular palabra. Tuve que llevarme las manos al estómago, pues por mucho que quisiera, la risa no cesaba. Sabía que Heaven se iba a molestar conmigo pero... ¡Por Merlín! Solo ella era capaz de armar semejante espectáculo. Me mordí el labio con fuerza, conteniendo la risa, tranquilizándome -o al menos intentándolo.- - Vale, ya... - Murmuré de forma débil, acercándome mas a ella con la intención de ayudarla a levantar. Sí, aquello que debería de haber hecho en vez de reírme. Sin embargo, y puede ser que por castigo, yo tan torpe como siempre, resbalé con algunas de las bolas que habían esparcidas por el suelo. Perdí el equilibrio, y tras varios tropezones, intentando no caer, caí de culo. Pero no acaba ahí, no. Para no ser menos que mi amiga, hice que varias estanterias -en las que se encontraban las golosinas azucaradas- cayeran una tras la otra, creando en famoso efecto dominó. Resumiendo, media tienda volcada y yo con azúcar hasta en las pestañas. Todo el mundo me miraba, y mis mejillas se encendieron como antorchas. ¿Se podía hacer más el ridículo? No. El problema era que yo, al contrario que Heaven, si sentía dolor, y mi trasero parecía estar en ese momento partido.
Por mucho que ella insistiera en que así no fuera, yo me sentía tremendamente culpable por no poder dedicarle todo el tiempo que se merecía, por no decir toda la vida. Dejé escapar un pequeño suspiro, ella no se imaginaba cuanto tiempo ocupaba en mi mente, por lo que me quedé callado, caminando a un paso mas acelerado. ¡Me estaba congelando! Pronto llegamos a la tienda, de la cual no tardó en escaparse un aroma dulce y embriagador que me engatusó nada más abrir la puerta. Aquel olor me recordaba mucho al perfume de vainilla de Heaven. Una sonrisa tan tonta como la de mi pequeña leona se dibujó de inmediato en mi rostro. El paraíso para mi ya tenía nombre. - ¿Dormir contigo? - Cualquiera pensaría que nuestras intenciones precisamente no eran dormir, sin embargo, para nosotros aquellas palabras no contenían mas significado del que un niño de cinco años pudiera entrever en ellas. Dormir era dormir, y yo, encantado de pasar la noche con ella, como en los viejos tiempos.
- Claro que sí, enana - Murmuré, poco antes de perderla de vista al ser cautivado por la tentadora montaña de golosinas varias que se alzaba ante mis ojos. Mis pies se fueron directos hacia ella, y mis manos actuaron por si solas. -Esto sí, esto también, y esto... ... ... sí - Murmuraba para mi mismo mientras llenaba una bolsón de aquellos manjares. Claro, luego me quejaba si me llamaban comilón. De pronto un escalofrío recorrió mi cuerpo, desconcertado por el inesperado estruendo causado en otro punto de la tienda. Fruncí el ceño. - Heaven - ¿Como podía saber yo que había sido ella la cuasante de ese desastre? Llamadlo sexto sentido si queréis, pero lo sabía. Eché a correr hacia ella, viéndola en el suelo cuando llegué, bajo una gran montaña de piruletas. Tenía la frente colorada. -¿Estás bien? - ¿Para que le preguntaba? Estaba claro que sí, o al menos dolor no sentía. Una incontrolable risa nació desde el interior de mi ser, haciendome soltar carcajadas sonoras que se escuchaban por toda la tienda.
-Perdón .. perdón.. pero...- A penas podía articular palabra. Tuve que llevarme las manos al estómago, pues por mucho que quisiera, la risa no cesaba. Sabía que Heaven se iba a molestar conmigo pero... ¡Por Merlín! Solo ella era capaz de armar semejante espectáculo. Me mordí el labio con fuerza, conteniendo la risa, tranquilizándome -o al menos intentándolo.- - Vale, ya... - Murmuré de forma débil, acercándome mas a ella con la intención de ayudarla a levantar. Sí, aquello que debería de haber hecho en vez de reírme. Sin embargo, y puede ser que por castigo, yo tan torpe como siempre, resbalé con algunas de las bolas que habían esparcidas por el suelo. Perdí el equilibrio, y tras varios tropezones, intentando no caer, caí de culo. Pero no acaba ahí, no. Para no ser menos que mi amiga, hice que varias estanterias -en las que se encontraban las golosinas azucaradas- cayeran una tras la otra, creando en famoso efecto dominó. Resumiendo, media tienda volcada y yo con azúcar hasta en las pestañas. Todo el mundo me miraba, y mis mejillas se encendieron como antorchas. ¿Se podía hacer más el ridículo? No. El problema era que yo, al contrario que Heaven, si sentía dolor, y mi trasero parecía estar en ese momento partido.
Christopher E. Lynch»Gryffindor - Mensajes : 37
Fecha de inscripción : 27/12/2011
Re: Best, best, best... friend? {Christopher}
Su leve 'claro que sí, enana' llegó a mis oídos justo antes de perderle de vista, por lo que la sonrisita de mis labios se hizo mucho más amplia, por la simple razón de que dormir con él era una de las cosas que más me gustaban en el mundo. Antes, cuando no éramos más que unos críos, solo era dormir, jugar y ya está. Desde hacía unos años, cada vez que eso pasaba, mis sentimientos cambiaban por momentos. Jugábamos, como siempre, pero yo reprimía las ganas intensas de besarle, de abrazarle, de no dejarle ir. ¿Cuándo era que había llegado a enamorarme de él? Quizá después de su cambio, puesto que, como toda persona, él también había tenido un buen cambio. Si… no era el chico más guapo del colegio, eso estaba claro, pero para mí era el más perfecto que existía en el mundo. ¿Por qué? Por todo… su sonrisa, sus ojos, su forma de ser, su manera de mirarme… formaba parte de un todo de cosas bonitas, cosas que yo adoraba de mi mejor amigo más que de ninguna otra persona del planeta y las adoraba hasta tal punto que, en muchas ocasiones, las ganas de que no solo fuese mi mejor amigo podían al miedo de perderle. Porque si, tenía un miedo inmenso a perderle, a contarle lo que sentía por él y asustarle hasta tal punto que dejase de hablarme… o a que él sintiese lo mismo pero nuestra relación no cuajase.
Mientras intentaba levantarme, procurando no pisar las chucherías y resbalar de nuevo, pude ver como Christopher se acercaba hacia donde estaba, movido por el ruido del estropicio que había armado, que en realidad llevaba mi nombre escrito por todas partes. Al alzar mi mirada hacia mi amigo, que se acercaba con cara de ‘¿Qué leches es ese ruido?’ pude ver como estallaba en carcajadas, las cuales me hicieron fruncir el ceño, más no me quedó otra que reír por su contagiosa risa. Siempre ocurría, a pesar de saber que él se reía de mí, no podía evitar quererle y reír con él. Más mi risa se vio intensificada al recibir él mi mismo castigo, cayendo al suelo de una forma casi tan graciosa como la mía. Derribó varias estanterías, creando efecto dominó, y acabó con la cabeza llena de azúcar. Mi risa se escuchaba por toda la tienda, aniñada y divertida, mientras mis ojos se mantenían cerrados debidos a las lágrimas que salían de ellos, debido al momento. La cara de Chris era todo un poema, y sinceramente me encantaba verle así. Sabía que su caída le había hecho daño, pues él no era como yo. -¿Es…tás bien?-. Pregunté entre risas, alzando mi mano hacia él para levantarle del suelo, finalmente. Una vez estuvo en pie, sacudí su pelo mordiéndome el labio, notando como el azúcar que las chucherías habían soltado caía por ahí, esparciéndose por todos lados. -¿Te duele mucho?-. Volví a preguntar, esta vez frunciendo el ceño preocupada, si se había hecho mucho daño, sería yo la que se sintiese culpable por reírse. Sus mejillas estaban encendidas como si del pelo del padre de Hugo se tratase, y en realidad me parecía súper adorable de aquel modo, por lo que una sonrisa tierna apareció en mi cara.
Tras disculparnos ambos veinte veces con el dependiente, el cual a su vez se disculpó con nosotros por las baldas rotas, comenzamos a coger todo lo que queríamos. Entre tanto, la marca roja de mi frente aún no había desaparecido, por lo que parecía una estúpida, pero bueno, el único que me importaba no se iba a reír de mí, al menos no en serio. Una vez ambos hubimos tomado todo lo que nos apetecía, caminamos hacia el mostrador, en el cual pagamos cada uno lo nuestro. El dependiente me regaló las piruletas por las cuales había liado todo el lío gordo, y yo sonreí simplemente, agradecida. Salimos al frío exterior, otra vez, y decía frío porque lo parecía, no porque lo sintiese. Me giré para mirarle y sonreí con suavidad. -¿Te sigue doliendo?-. Pregunté, parándome en seco para agarrar su rostro con mis manos y besar su mejilla sonoramente, pero de forma muy tierna. Alcé mi mano, la que llevaba el reloj de pulsera, y alcé las cejas. -¿Ya son las 20:30?-. Pregunté en voz alta, volviendo a mirarle a él. –Como no volvamos pronto, no podremos entrar y nos tocará colarnos por la estatua de la bruja jorobada-. Comenté, y en realidad odiaba aquel pasadizo, porque era oscuro, largo y húmedo, algo que en realidad acababa poniéndome los pelos de punta. Ir con él me hacía sentirme mejor, pero en realidad, si podía evitarlo, mejor. Tomé su mano, entrelazando nuestros dedos, como la mayoría de las veces, y tiré de él, echando a correr camino arriba hacia el castillo.
Mientras intentaba levantarme, procurando no pisar las chucherías y resbalar de nuevo, pude ver como Christopher se acercaba hacia donde estaba, movido por el ruido del estropicio que había armado, que en realidad llevaba mi nombre escrito por todas partes. Al alzar mi mirada hacia mi amigo, que se acercaba con cara de ‘¿Qué leches es ese ruido?’ pude ver como estallaba en carcajadas, las cuales me hicieron fruncir el ceño, más no me quedó otra que reír por su contagiosa risa. Siempre ocurría, a pesar de saber que él se reía de mí, no podía evitar quererle y reír con él. Más mi risa se vio intensificada al recibir él mi mismo castigo, cayendo al suelo de una forma casi tan graciosa como la mía. Derribó varias estanterías, creando efecto dominó, y acabó con la cabeza llena de azúcar. Mi risa se escuchaba por toda la tienda, aniñada y divertida, mientras mis ojos se mantenían cerrados debidos a las lágrimas que salían de ellos, debido al momento. La cara de Chris era todo un poema, y sinceramente me encantaba verle así. Sabía que su caída le había hecho daño, pues él no era como yo. -¿Es…tás bien?-. Pregunté entre risas, alzando mi mano hacia él para levantarle del suelo, finalmente. Una vez estuvo en pie, sacudí su pelo mordiéndome el labio, notando como el azúcar que las chucherías habían soltado caía por ahí, esparciéndose por todos lados. -¿Te duele mucho?-. Volví a preguntar, esta vez frunciendo el ceño preocupada, si se había hecho mucho daño, sería yo la que se sintiese culpable por reírse. Sus mejillas estaban encendidas como si del pelo del padre de Hugo se tratase, y en realidad me parecía súper adorable de aquel modo, por lo que una sonrisa tierna apareció en mi cara.
Tras disculparnos ambos veinte veces con el dependiente, el cual a su vez se disculpó con nosotros por las baldas rotas, comenzamos a coger todo lo que queríamos. Entre tanto, la marca roja de mi frente aún no había desaparecido, por lo que parecía una estúpida, pero bueno, el único que me importaba no se iba a reír de mí, al menos no en serio. Una vez ambos hubimos tomado todo lo que nos apetecía, caminamos hacia el mostrador, en el cual pagamos cada uno lo nuestro. El dependiente me regaló las piruletas por las cuales había liado todo el lío gordo, y yo sonreí simplemente, agradecida. Salimos al frío exterior, otra vez, y decía frío porque lo parecía, no porque lo sintiese. Me giré para mirarle y sonreí con suavidad. -¿Te sigue doliendo?-. Pregunté, parándome en seco para agarrar su rostro con mis manos y besar su mejilla sonoramente, pero de forma muy tierna. Alcé mi mano, la que llevaba el reloj de pulsera, y alcé las cejas. -¿Ya son las 20:30?-. Pregunté en voz alta, volviendo a mirarle a él. –Como no volvamos pronto, no podremos entrar y nos tocará colarnos por la estatua de la bruja jorobada-. Comenté, y en realidad odiaba aquel pasadizo, porque era oscuro, largo y húmedo, algo que en realidad acababa poniéndome los pelos de punta. Ir con él me hacía sentirme mejor, pero en realidad, si podía evitarlo, mejor. Tomé su mano, entrelazando nuestros dedos, como la mayoría de las veces, y tiré de él, echando a correr camino arriba hacia el castillo.
Heaven L. Phrekënjisk»Gryffindor - Mensajes : 98
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