¿Hay o no hay cita? [Jac] {+18 }

Recuerdo del primer mensaje :

Era la primera vez que acudía a una cita sin saber si mi acompañante iba a aparecer o no. Una simple nota que no se había preocupado de responder en todo el día era todo lo que tenía. Ni siquiera la había buscado para que me diera una respuesta. Yo no iba detrás de las tías, era al revés. Y si ella estaba interesada vendría. Si no, tampoco se acababa el mundo.

Iba vestido arreglado pero informal, con pantalones vaqueros, una camiseta ajustada y la chaqueta de cuero medio abierta. La cita era a las 8, pero me gustaba adelantarme un poco, así que 10 minutos antes estaba esperando en el hall de entrada, a que apareciera por ahí Jacqueline, si había decidido aceptar mi propuesta. Tenía reserva en un restaurante exclusivo, y aunque no me importaba perderla si no venía, no quería quedar mal con los dueños del establecimiento, que eran personas de confianza, que habían hecho lo posible por conseguirme una reserva... Ser un jugador de Quidditch famoso tenía sus ventajas, no todo iba a ser arriesgar la integridad física delante de las bludgers.

Iba ya a empezar a comer cuando empezó a explicarme por qué Joseph tenía genes tan buenos para el Quidditch. Me quedé pasmado al enterarme que era nieta, ni más ni menos que del gran Massimiliano Santorelli Di-Bianco lLamberti, uno de los entrenadores que habían hecho de mí uno de los mejores jugadores de la liga de Quidditch... Esa mujer era una cajita de sorpresas. Eso quiere decir que me conocía más de lo que pensaba. Si su abuelo le había hablado alguna vez de mí... Bueno, no le pudo haber dicho nada malo, mi relación con mi antiguo entrenador era más que excelente. Prácticamente había sido mi mentor y parte de mi carrera se la debía a él, que apostó por mí sin reservas ucando era un muchachito de 18 años.

Claro que si su abuelo era Massimiliano, eso quería decir que sus tíos eran los mellizos Lamberti -¿Sabes que tus tíos han sido mis referentes? -sonreí ampliamente. Hablar de Quidditch era mi pasión, podía estar haciéndolo horas y horas -cuando empecé quería ser como ellos, siempre han sido buenísimos -reí recordando que de pequeño pretendía ser como ellos -Es increíble las vueltas que da la vida -murmuré mirando mi plato -Entonces tú ¿debes estar harta de oir hablar de Quidditch en tu casa, no? -pregunté divertido alzando la mirada hasta sus ojos.

Volví a centrarme en la comida, colocando bien la servilleta, con ganas de empezar a comer. Sin embargo, no quería quedar como un maleducado, y miré a Jac -Bueno, ¿comemos? -pregunté sonriendo ampliamente. Seguro que ella tendría tanta hambre como yo. Tomé un sorbito más de vino, esperando que su respuesta fuera afirmativa.

No sabía lo afortunada que era por haber podido disfrutar de una familia que adorara tanto el Quidditch. A mí me hubiera encantado criarme entre grandes jugadores como ellos. Reí entre dientes cuando dijo que sus tíos casi la matan de pequeña enseñándole a jugar -Por Merlín, menos mal que no lo hicieron... El mundo hubiera perdido mucho -dije mirándola a los ojos y casi imperceptibemente le guiñé un ojo. Con una sonrisa, cogí los cubiertos y empecé a comer. E risotto estaba delicioso, tal y como esperaba. Intenté estar algo comedido, ya que si hubiera estado solo hubiera prácticamente engullido. Pero en compañía me tenía que contener.

Asentí con una sonrisa y di un sorbo de vino cuando dijo que adoraba cenar aquí -Sí, es mi restaurante favorito -dije sonriendo- Los dueños me tienen algo de cariño... Supongo que les viene bien que frecuente este lugar... -añadí encogiéndome de hombros- Cuestiones de publicidad... Pero la verdad es que todo está delicioso -añadí finalmente, y continué comiendo.

Reí divertido ante lo que contaba, y sentí cierta envidia sana. Yo había tenido que buscarme la vida en el mundo del Quidditch. Y bueno, en el mundo en general. Yo estaba acostumbrado a tener que sacarme las castañas del fuego yo solo, a ser autodidacta, a caerme y a levantarme continuamente. Me quedé en silencio, sólo mirándola. Sabía que muchas veces un silencio agradable era mejor que cualquiera de las palabras. Seguimos comiendo cruzando alguna que otra mirada. Una vez terminado el risotto empecé con el segundo plato, que tenía una pinta buenísima.

Presté atención a lo que me preguntaba. Me encogí de hombros antes de responder -Bueno, supongo que cuando te labras una fama en una profesión que genera mucha expectación, la publicidad es inevitable... Puede rechazarse o puede aprovecharse en tu favor -sonreí ampliamente -Y yo no estoy para rechazar las oportunidades que se me van ofreciendo en la vida -añadí al tiempo que empezaba con las milhojas. También estaban deliciosas. Mientras comía, notaba que sus ojos se posaban cada vez más en mí, y lejos de huirlo, mantuve la mirada varias veces en sus ojos, siempre con una sonrisa segura.

Me encogí de hombros con cierta despreocupación cuando dijo que eso dependía de cada uno. Por supuesto, a algunos nos hacía más falta que a otros. De todas maneras yo me seguía considerando una persona de alto nivel social y económico. Pero eso dependía de mi trabajo. Al fin terminamos de comer, y me adelanté a ofrecerme a pagar cuando llegó la cuenta. Dejé también una generosa propina, y me dispuse a salir del restaurante. Al levantarme, miré a Jac, y noté que se había mareado un poco, quizá debido al efecto del vino. Una sonrisa fugaz pasó por mi rostro, pero la borré en ese mismo instante. Con un gesto caballeroso cogí su chaqueta y se la tendí ofreciéndole mi brazo para salir del restaurante.

Me despedí del personal y nos dirigimos a la salida. Una vez fuera me quedé mirándola con una sonrisa. Parecía algo distraída, quizá todavía algo aturdida. Me mordí el labio inferior y me encogí de hombros -Jacqueline -murmuré mirándola, para captar su atención. Cuando la tuve, clave mis ojos en sus preciosos ojos... Y quizás por el efecto del vino tanto en ella como en mí, decidí que ya era hora de pasar a la acción. Demasiada charla por hoy. Avancé unos pasos hacia ella y mis manos se quedaron a la altura de sus caderas, sin llegar a posarse. Dio un pequeño paso atrás, pero no erdió el ocntacto visual conmigo, lo que me dio el impulso que necesitaba.

Sonreí con malicia y dejé las manos en sus caderas al tiempo que echaba mi cuerpo hacia delante mirándola fijamente. Sus ojos me devolvieron la mirada, y con un movimiento sutil pero a la vez decidido, cubrí la distancia entre mi boca y la suya, besándola suavemente, pero atrayéndola hacia mí al mismo tiempo.

Mis manos la agarraban con firmeza pero también con mucha sutileza, sin forzarla a que estuviera pegada a mí. Por un momento pensé que iba a huir mi beso por orgullo, ya que por ganas no sería, puesto que si no me parecía mal, me había echado el ojo varias veces durante la cena. Sus manos se posaron en mi nuca, e intensificó el beso, lo que hizo que la pegara un poco más a mí y también yo pusiera mucha más intensidad en el beso. Noté que sus labios se abrían para dejar pasar mi lengua, que empezaba a presionar sutilmente contra sus labios. Dejé que mi lengua jugueteara con la suya traviesamente, hasta que no me quedó otra que separarme para tomar aire.

Me quedé mirándola a los ojos con deseo, justo para descubrir que lejos de huirme, me miraba con la misma intensidad. Pegué mi rostro al suyo y mordí su labio inferior, tirando un poquito de él antes de separarme un poco y mirarla, notando que saltaban chispas entre nosotros -Vivo aquí cerca... -dejé caer como quien no quiere la cosa, justo para atraerla de nuevo hacia mí y volverla a besar con ímpetu y fogosidad. Mis manos se posaron en sus caderas y fueron llevándola sutilmente hacia la pared, prácticamente arrinconándola contra ella, sin detener el beso. Llevé mis manos hasta mi nuca, donde estaban las suyas, y las agarré con firmeza, pero sin apretarlas, para ponerlas a ambos lados de su cabeza, contra la pared, para arrinconarla algo mejor. Separé mis labios de los suyos, mirándola -¿Qué te parece? -pregunté haciendo referencia a mi anterior propuesta.

Todo en ella hacía que mis sentidos empezaran a dejarse llevar por el momento. Respondía mis besos con la misma desesperación que yo tenía. Dejé que mis manos se movieran libremente por su cuerpo, acariciándolo. Y vaya cuerpo... Sus formas eran perfectas, y parecía que mis manos encajaban perfectamente en ellas. Finalmente las dejé en sus caderas, apretándolas suavemente. Mi lengua se enrollaba con la suya, buscándola ansiosamente, como si de un juego de poder se tratara, pero con movimientos perfectamente coordinados. Paré un momento para que me expresara su opinión sobre mi propuesta. Y vaya si la expresó. No dejaba lugar a la duda, estaba tan dispuesta como yo a llegar hasta el final. Sinceramente empezaba a sorprenderme lo sencillo que resultaba. Quizá le gustaba a pesar de todo... Bueno, mi mente no me dejaba pensar con claridad, entre el vino y el perfume de Jac.

Mordisqueé su labio inferior con ganas, bajando mi boca hasta su cuello, besándolo y dando suaves mordisquitos. Sonreí al oir eso de "¿hace falta que te responda?". Por supuesto que no hacía falta decir nada más. Con firmeza, atrapé su mano entre la mía y avancé con seguridad y quizá más rápido de la cuenta, hasta llegar a un portal situado a pocos metros del restaurante -Aquí es -dije parando y mirándola intensamente. Con un impulso, nuestros labios volvieron a unirse en otro beso pasional, y la apoyé contra la puerta, sin dejar de besarla, mientras revolvía en el bolsillo de mi chaqueta hasta sacar las llaves de casa. Mientras una de mis manos recorría el cuerpo de la espectacular mujer con la que me estaba dando el lote, la otra se movía con rapidez hacia la cerradura, tratando de abrir la puerta, hasta que finalmente lo conseguí. La empujé suavemente hacia dentro y cerré a mis espaldas. Me separé un momento de ella, mirándola con una sonrisa felina, esperando una señal que me incitara a continuar.

La puerta se cerró a mi espalda. Estábamos en mi territorio. Ahí me sentía mucho más confiado y seguro. Había conseguido lo más difícil, que era que entrara en mi casa. Bueno, con algunas lo más difícil es que salieran, pero siempre me las arreglaba. Miré a Jacqueline, que se acercó a mi con movimientos felinos. Por Merlín, aquella mujer era pura sensualidad y erotismo. Me mordí el labio inferior mientras pasaba su nariz por mi cuello -No paro preciosa, te dejo que te vayas preparando -sonreí con cierto punto de lujuria. Cuando su boca llegó a la altura de la mía atrape sus labios entre los míos, besándola de nuevo. Solté una pequeña risita descontrolada y sensual cuando la chaqueta cayó al suelo y saltaron los botones de mi camisa.

La miré con falsa indignación pero no dije nada. No me iba a quejar por una camisa rota. Se colgó de mi cuello y de un salto rodeó mi cintura con sus piernas. Mis manos automáticamente fueron a parar a su trasero agarrándolo para cargarla mejor sobre mí, y mis labios fueron a parar a su cuello. ¿Que si podía con ella? Con ella y mucho más -Ya lo comprobarás -susurré en su oreja, para después mordisquear su lóbulo juguetonamente. Con cuidado, y sin dejar de cargarla, subí las escaleras de mi casa, al tiempo que bajaba la cremallera de su vestido, palpando a tientas en su espalda. Una vez en mi cuarto, la dejé caer sobre mi cama, conmigo encima. Mordisqueé un poco su cuello, bajando las manos hasta sus muslos apretándolos, para después poner las manos sobre su vestido y sacárselo tirando hacia arriba. Si Jac era una mujer espectacular, en ropa interior lo era el doble. Me recreé durante un segundo, mirándola de arriba a abajo, para después llevar mis labios hasta los suyos, fundiéndolos en un beso apasionado.

Mis manos recorrían su cuerpo con deseo, acariciándolo suavemente. No era por ser creído, pero confiaba bastante en mis habilidades y sabía cómo tenía que hacer para desesperar a una mujer. Y con Jacqueline parecía funcionar igual de bien. Dejé que mis labios se recrearan en los suyos, y haciendo que mi lengua volviera a jugar con la suya, fogosamente. Sus uñas rozaron mi piel y me hicieron gruñir un poco, pero no de dolor ni molestia, sino de excitación.

La visión de Jacqueline en ropa interior era altamente gratificante. Había estado con varias mujeres, pero pocas tan bellas y atractivas como ella. Y ahora la tenía a mi disposición. Con un movimiento rápido, desabroché mi pantalón y me deshice de él quedándome en bóxers. Con un movimiento fluido, posicioné mi cuerpo entre sus piernas, haciendo que mi cadera se rozara con la suya, enloquecedoramente. Lancé un mordisquito en su cuello cuando ladeó la cabeza, y bajé mis labios hasta sus hombros. Mis manos subieron por sus piernas hasta la parte baja de su espalda, acariciando directamente su piel. Aproveché que mis manos estaban entre la cama y su espalda para hacer que esta se alzara un poco.

Al levantar un poco a Jacqueline, mis manos se movieron hacia arriba, buscando el cierre de su sujetador, y desabrochándolo con maña. Una vez soltado el cierre saqué mis manos de su espalda y las llevé hasta sus caderas, acomodándola mejor debajo de mí. Le dediqué una sonrisa traviesa y me pegué todo lo que pude a su cuerpo suspirando por cada roce entre su cuerpo y el mío. Me deshice de la camisa finalmente, y dejé que mis dedos se enredaran en los tirantes del sujetador para quitárselo definitivamente.

Bien, la cosa iba muy rápida y muy lejos, demasiado, A diferencia de lo que él pensaba, yo no estaba borracha, pero mi intuición me dijo que me dejara llevar. La cosa es que el muy imbecil me tenía casi desnuda, y era caer muy bajo que se hubiera intentado aprovechar de mí creyendome ebría.
Le continué siguiendo el juego, y él parecía querer llegar hasta el final.

Dejé que soltara mi sostén, pero solo eso, pues cuando fue a quitarmelo lo frené y le sonreí juguetonamente para hacernos girar y quedar yo encima.
Me aboqué a él llevando mis labios a su cuello, donde comencé a dar pequeñas mordidas mientras aprovechaba para atar mi sujetador.
De forma sensual mordisqué su oreja y solté alguna que otra sonrisa traviesa mientras le susurraba -- Tengo algo que te va a encantar --emití un pequeño jadeo a la vez mi brazo se dejaba acercar al suelo para palpar entre mi ropa mi varita. En cuanto la tuve, en la posición que tenía sentada sobre él, no titubeé y le apunté -- Incarcero!.
Un sonrisa maliciosa se formó en mi rostro y me puse en pie bajandome de la cama para mirarlo desde al lado de la cama, atado, a mi merced, el cazador cazado. Alcé las cejas y me reí con ganas -- Von Ruerich, Von Ruerich....de verdad pensaste que iba a ser tan facil llevarme a la cama??--chasqueé la lengua molesta-- Me ha molestado más que te aprovecharas de que estuviera "borracha". Eres un cabronazo miserable--entrecerré los ojos molesta mientras le miraba desde mi posición

Sonreí sobre su piel al tiempo que mis manos se paseaban en su cuerpo. Estaba deseando tenerla completamente, pero todo a su tiempo. Mis movimientos estaban perfectamente calculados. Por un momento noté que algo no iba bien, pero lo achaqué a que quizá estábamos un poco mareados por el vino. Cuando iba a quitarle el sujetador, me detuvo y me giró, poniéndose sobre mí. La miré algo extrañado, sin saber a qué jugaba ahora. Sonreí de manera confusa cuando dijo que tenía algo para mí. Empecé a notar que definitivamente algo estaba fallando, y no sabía qué.

Sin embargo, cuando quise darme cuenta, tenía la varita en la mano y había pronunciado un hechizo. De repente, sentí como unas cuerdas rodeaban mi cuerpo y me ataban con fuerza a la cama. Mierda, me la había jugado... Tenía que haberlo visto venir. Pero ese cuerpo, esos ojos, esa fogosidad... Me habían cegado. Chasqueé la lengua con molestia ante lo que me estaba diciendo, e intenté revolverme sin éxito -Suéltame, esto no se hace -dije fulminándola con la mirada. Ahora que estaba de pie la contemplaba perfectamente. Por Merlín, qué mujer. A pesar de estar atado, y de quedarme con un calentón impresionante no pude evitar una sonrisita cuando dijo que le molestaba que la intentara llevar a la cama aprovechándome de que estuviera borracha -No te engañes preciosa -murmuré entre dientes, con algo de rabia - Hubiera intentado meterte en mi cama, estuvieras borracha o no -dije dejando de gastar fuerzas en revolverme - Es más, que estuvieras borracha simplemente lo facilitaba, y tampoco me agrada tener las cosas tan fáciles -Sabía perfectamente que no me iba a soltar, que me iba a dejar allí, la muy cabrona.

Lo que me había hecho era una putada de las grandes. Pero encontré en mi interior que no me molestaba en absoluto. Formaba parte del juego de seducción conceder una pequeña derrota. Y si bien estaba algo frustrado y lamentaba que me dejara con el calentón, no iba a dejar hacérselo saber -Estás preciosa, ¿sabes? -dije con una sonrisa juguetona, mientras se vestía. Solté una risita sarcástica cuando pidió que le subiera la cremallera -Ríete ahora que puedes -solté sin apartar mi mirada de ella, prácticamente comiéndomela con los ojos, ya que de otra forma no podía.

Escuché su frase final y todas mis sospechas se hicieron ciertas. Iba a dejarme así... Bueno, podía ser peor, podía haber estado completamente desnudo -¡Ya te recordaré esto! -dije en voz alta mientras oía cómo bajaba las escaleras. Oí que la puerta de la calle se cerraba y solté un suspiro. Una sonrisa se formó en mi rostro, sólo cuatro palabras salieron de mi boca. -Está loca por mí.

{TEMA CERRADO}