Venga ya.. no me jodas e_é {Yulia}

Pasé el dorso de mi mano diestra por la frente, quitando de ella parte del sudor que la empañaba. Me sentía mal, me empezaba a sentir mal. Parecía que el calor de todo el castillo se había concentrado en aquella parte específica del mismo, volviendo el lugar opresivo y agobiante. Pero sabía que no se trataba de eso, que no era parte de alguna broma ni una genialidad de Hogwarts para mantener a sus alumnos calentitos en pleno invierno. No. Hacía tiempo que sufría de esta serie de recaídas, mucho más de lo que querría que así fuera, pero nunca conseguía acostumbrarme a ello. Era una sensación, ante todo, asfixiante. Llevé mi mano hasta la altura de la corbata y me aflojé un poco el nudo, caminando con cierto apuro por los pasillos de aquella planta. No habían muchos alumnos polulando por ahí, pero si los suficientes para que me sintiera incómodo por de presencia estos en esos momentos. ¿Qué narices hacía yo en el segundo piso? Cuando debería estar en las mazmorras o cerca de las mazmorras, donde pudiera estar solo y, sobre todo, más tranquilo. Fue por ello que no lo dudé dos veces cuando una puerta apareció a uno de mis costados, dirigiéndome hacia ella y adentrándome en su interior. Sabía cual era el lugar. También sabía lo poco que le gustaba a la gente entrar ahí. El baño de Mirtle la Llorona. Cerré la puerta y apoyé la espalda sobre la madera, terminándome de desanudar la corbata con rapidez a la par que intentaba coger la mayor parte de aire posible. No fue hasta segundos más tardes que no miré a un costado y a otro para ver si la fantasma llorica estaba por ahí. No lo parecía.

Me separé de la entrada mientras me desabotonaba los botones de las muñecas de la camisa reglamentaria y me subía las mangas, dejándolas sujetas un poco más de la mitad de mi antebrazo - ¿Hay alguien por ahí? - Pregunté bastante alto solo para asegurarme de que realmente estaba solo, llegando hasta el lavabo. No esperé mucho a una respuesta, solo lo estrictamente necesario sin prestarle mucha atención. Abrí el grifo de un giro, me empapé las manos y me agaché, empapándome con ellas también la cara. Sentir el agua fría en mi rostro fue lo más cercano a una gran liberación, esa frescura casi helada que parecía más que vital ahora. Volví a repetir la acción, dos veces más, y me empapé la nuca mientras me enderezaba para observar el reflejo en el espejo del baño. Suspiré con pesadez. La suciedad que lo cubría me importaba una mierda, tal así que no le presté ni la más mínima atención. Más bien me fijaba en mí, en las pintas que llevaba. Estaba algo pálido y empezaban a notarse, bajo mis ojos, una ligeras ojeras, pero no parecía preocupante. O al menos era la valoración que le daba yo, quizás, con un poco de esperanzas. No tenía nada que hacer aquella tarde, los deberes los dejaría a un lado por el mero hecho de que no pensaba ir al siguiente día a clase, quizás el siguiente tampoco. Me quedaría un rato más ahí, disfrutando de esa extraña intimidad que me ofrecía aquel baño tan repudiado.

Apoyé una de mis manos sobre el mármol del lavabo y, con la otra, cerré el grifo. Con calma, con cierta pesadez, llevé mi mano hacia mi bolsillo para sacar mi varita, con la que iba a cerrar la puerta del baño para que nadie me molestara.

Estaba harta. Pero no simplemente harta no, más que harta. Mi paciencia tenía sus límites y aquel día los había pasado con creces. Siempre trataba de auto controlarme, intentar no decir más de cinco tonterías seguidas o no ponerme muy nerviosa. Sin embargo, aquella tarde, con las tonterías de uno y las gilipolleces de otro ya no había podido más. Me había prometido a mi misma que ya no fumaría más, que el último cigarrillo sería de verdad el último y no una simple excusa para hacerme sentir bien. Pero no había manera. Por un lado, estaba preocupada por los exámenes y los deberes, y en realidad no sabía muy bien por qué. Y también acababa cansándome de las personas que tenía alrededor, era como si de un modo u otro no terminara de encajar bien. Mi vida era como una especie de puzzle gigante que ni yo misma reconocía, y yo una pieza defectuosa que no encajaría jamás.
Caminaba histérica por los pasillos, ignorando a las personas que pasaban por mi lado, que me llamaban o las que me empujaban hostilmente. Me miraba las manos, frotándolas con fuerza y de una forma que casi rozaba la psicosis, de vez en cuando me mordía las uñas con ansia, poco me importaba si parecía que estaba enferma. Quizá lo acabaría estando si seguía así. Busqué un lugar para estar sola y para poder encender un cigarrillo y relajarme un rato, hasta que di con él. El baño de Mirtle la llorona. Allí no habría nadie, y si el fantasma de aquella estúpida niña deprimida e histérica la molestaba siempre podía soltarle alguna tontería de las suyas y echarla.
Entré decidida a pasar un rato en silencio y a disfrutar de aquel vicio que era tan difícil de dejar. Detestaba al resto de alumnos de Hogwarts, o mejor dicho, odiaba al resto de la humanidad. Estaba furiosa, decepcionada y cansada de todo. Quería irme de allí, mandarlos a todos a la mierda y continuar mi camino sola. Entré en uno de los cubículos, sacando enseguida el pequeño paquete de cigarrillos y encendiendo uno con la varita, me lo llevé enseguida a la boca para inspirar aquel veneno en forma de humo que, si funcionaba como decían, te mataba lentamente. Estaba completamente absorta, ausente, en otra parte y no me di cuenta de que alguien había entrado en el baño. —¿Hay alguien por ahí?—Dijo una voz creo que masculina. Ah genial, un salido. O algo peor.
Dudé en si salir o quedarme allí dentro. ¿Quería seguir sola o desfogar mis tonterías con alguien que ni siquiera sabía quien era? Daba igual, con cualquiera de las dos cosas me quedaría a gusto.—Sí, yo.—Respondí saliendo del pequeño cubículo y apoyándome en la sucia pared que había en el baño. Reconocí a aquel chico al instante, era Theodore Zhukovski.—Vaya querido Theo ¿Qué hace alguien como tú por aquí?—Seguí hablando, intentando hacerme la interesante con un gesto irónico. Le di una calada al cigarro y expulsé el humo lentamente, fijando mi mirada en una de las ventanas de aquel baño viejo y sucio.

Sin embargo, todo quedó en un mero gesto cuando al subir la mirada, junto con la varita, mis ojos se toparon con la figura de una chica. La de Yulia. Una leona con muy mal carácter. Me sentí sorprendido por su presencia, una que no me esperaba en lo absoluto, sobre todo por el hecho de que hacía solo un par de segundos que había preguntado si había alguien ahí.. ¿Me había contestado y yo no le había escuchado o se había callado directamente? No lo sabía y, en realidad, era lo de menos. Lo que realmente importaba es que no estaba tan solo como había creído y querido, demasiado receloso por cualquier tipo de compañía. Y era justamente por eso que me había puesto un tanto nervioso, haciendo que a su vez mantuviera esa postura en la que me encontraba por unos instantes más de lo normal: con la varita en alza y con mis pupilas posadas sobre la chica, como si aún no hubiera reaccionado a su llegada. Su voz, su queridísima voz, fue la que me hizo reaccionar, frunciendo primero el ceño y bajando poco a poco la varita hasta guardarla en su estuche. Genial. No solo era el hecho de que ahora éramos dos donde deberían ser uno, sino que esa segunda persona no era otra sino la piedra en el zapato que te molestaba cada vez que dabas un jodido paso. Si, una piedra que estaba buena, pero jodía igualmente. Cambié mi actitud en cuestión de segundo, apareciendo sobre mi rostro una ladeada sonrisa que trasmitía una calma que, en realidad, no sentía.

- Hacerte compañía, desgraciadamente - Mascullé como respuesta mientras me daba la vuelta para volver al lavabo, el que utilizaría como mera excusa para distraerme. Lo que hiciera o dejara de hacer, evidentemente, no se lo iba a contar. No te incumbía. Mas tenía la sensación de que debería buscarme una excusa un tanto coherente y buena si quería quedarme ahí más tiempo, aunque solo fueran unos quince minutos más que veía como necesarios. Y que no me avergonzara, claro. Cagar en el váter del baño de las chicas, precisamente en el de Myrtle la Llorona, era deprimente e incluso cruel para mi propia imaginación. Cogí papel de una expendedora para secarme las manos, mojadas de antes, y volví a subir mi mirada a la morena - ¿Tenías pensado quedarte mucho tiempo? - Le pregunté, quizás demostrando ser más borde de lo que en realidad era, que pasaba de esas cosas. Pero estaba un tanto malhumorado, siempre por es tiempo me pasaba, y si añadíamos que Yulia y yo no teníamos una relación precisamente de grandes momentos, empeoraba la cosa.

Ah, encima de que había sido él el que había entrado después tenía que ser yo la que abandonara el baño. No pensaba hacerlo, si quería estar solo podía irse a su querida Sala Común, con todas las demás serpientes. Hasta donde yo sabía, el colegio es de todos, creo. Me reí de una forma irónica, casi amarga y le di dos caladas más al cigarro, tomándome mi tiempo antes de responder con todo el cinismo con el que pude.—Contando que he venido aquí para no ver a personas como tú, sí, pienso estar mucho rato.—Incliné mi cabeza hacia un lado, dejando que mi mirada se perdiera de nuevo en una de las ventanas de la habitación. A decir verdad, el chico era bastante atractivo, para qué vamos a mentirnos; quizá era por eso por lo que evitaba mirarle directamente.—No esperaba ser tan mala compañía ¿Sabes?—Levanté una ceja a la vez que intentaba sonar segura de mi misma.

Poca gente hacía que perdiera los nervios al cien por cien. Siempre había alguien que me sacaba de mis casillas, pero nunca había perdido el norte por completo. Al menos no hasta ahora. De todos modos, no iba a descontrolarme porque fuera una carita bonita y un cuerpo más o menos fibrado.—Veo que no soy la única que busca intimidad. ¿Por qué no estás en tu Sala Común? Es raro verte fuera de tu hábitat.—Pronuncié esa última palabra minuciosamente, recordando lo que quería decir con aquello. A lo que me refería, era a la actitud cerrada de algunos alumnos de la casa de Salazar, no era que yo le diera mucha importancia al tema, que, hablando claro, me la sudaba. Tenía ganas de jugar, de provocar un poco a Zhukovski, de acercarme al límite y luego alejarme, como cuando te pones a jugar con las olas en la orilla del mar.

Decidí acercarme más al chico, hasta situarme detrás suyo. Le miré con un gesto divertido, quizá algo misterioso incluso. No era muy propensa a ocultar lo que pensaba, tendía a decir lo que me pasaba por la cabeza siempre que quería. Pero tenía que admitir que en aquel momento había algo en mi que me empujaba a actuar como si tuviera algo que esconder, a no decirlo todo. Quizá era mi pésimo estado de ánimo el que me hacía actuar de ese modo, sin embargo tampoco quería descubrir el motivo.—¿Quieres uno?—Pregunté refiriéndome a los cigarrillos.—Quizá te ayudan a relajarte un poco...—Levanté una ceja y lo miré con suficiencia.—...Y a disfrutar algo más de mi compañía.—Me encogí de hombros y esperé una respuesta que no fuera ni hostil ni me invitara a marchar de aquel baño.