Perfecto día para caminar {Yulia W.}

Había tenido, literalmente, una mierda de semana. Si ya las clases me cansaban de por si, el hecho de tener que enfrentarme a la idea de tener un prometido que mis padres se habían sacado de la manga me había destrozado por completo. Llevaba dos noches sin dormir ni poder pegar ojo. Cada vez que lo hacía, mi corazón, que latía desbocado por una razón que desconozco, me despertaba y me obligaba a levantarme de la cama para relajarme. Hubiera preferido tener una pesadilla, pero no soñaba con nadie, solo veía un gran vacío negro, que no hacía más que inspirarme desesperación.
Lo único que quería era huir a Hogsmeade a solas, sin ninguno de mis amigos, y sentarme en algún lado a leer y a olvidarme un rato del mundo. No quería encontrarme a Dorian y, en el caso de que éste me viera, tampoco deseaba que me reconociera, así que me puse una de mis sudaderas anchas y me puse la capucha. Estaba enfadada con el mundo, y parecía que era un sentimiento que ambos compartíamos y que no estábamos dispuestos a cambiar de opinión. Cogí mi viejo bolso de mi baúl y con la sola compañía del libro que estaba leyendo salí del colegio para dirigirme al pequeño pueblo que había allí al lado.

El tiempo que hacía acompañaba mi estado de ánimo. No había muchas nubes, pero no dejaban que los cegadores y radiantes rayos de sol traspasaran la aquella gruesa capa gris. El viento era fresco, pero me gustaba. Siempre me ha gustado el frío, hace que me sienta viva. La llegada del verano me aterraba, ojalá pudiera quedarme en Hogwarts aquellos tres meses que solo me prometían peleas con mis padres y ganas de escaparme de casa. Las calles de Hogsmeade estaban a rebosar, llenas de niños de todos los cursos que parecían desesperados por comprar dulces y artículos de broma. Resoplé cuando un grupito de chicas de segundo pasó corriendo a mi lado, dándome algunos golpes, ni siquiera pidieron perdón por ello. Yo nunca había sido tan mal educada, al menos no intencionadamente ya que cuando quería podía ser la chica más repelente e insoportable que pisaba la faz de la tierra.
Procuré pasar desapercibida, caminando mientras miraba al suelo en silencio y no decía nada a nadie. Lo último que quería aquel día es discutir con alguien. Metí mis manos en el bolsillo delantero de la sudadera, dispuesta a protegerlas de aquel extraño frío primaveral. Encontré un papel arrugado, y medio roto. Se trataba de la carta que mis padres me habían enviado hacía unos días. Ah, genial, lo único que me faltaba, aquel estúpido trozo de papel que me recordaba que estaría atada a alguien que acababa de conocer durante el resto de mi vida.

Aquel día todo había sido bastante curioso. Curioso, porque no habían hecho nada que le metiese en algún tipo de lío, y eso, viniendo de sus amigos, se merecía por lo menos 30 galeones la hora. Se rió irónicamente ante sus pensamientos para después comenzar a andar. Había estado metida tranquilamente en Hogsmeade para pasar el rato, asi que ya era hora de ver qué haría a parte de dar vueltas y vueltas, aunque no tuviese ningunas ganas. Se apartó un mechón de su cabello con delicadeza, colocando bien aquella blusa que llevaba y estirándola para aumentar un poco el escote. Si. Estaba perfecta. Había ido a parar tras su larga caminata, al pub del pueblo: Las Tres Escobas. O mejor dicho, a las calles frente al bar.

Caminó y caminó a lo largo de la calle, en la cual no haber absolutamente nadie, o eso le pareció. Extraño, en verdad; pues hacía unos minutos atrás había visto a una bolita de niñas de segundo, correteando por ahí. Pensó en volver, porque en serio aquello parecía una situación bastante tétrica y de típica película de terror Muggle. En cuanto giró, se encontró con que no estaba sola. Una figura estaba elegantemente de pie en el centro, mirando quién-sabe-qué; vistiendo un sweater algo extremadamente grande para su figura, con la capucha puesta. Lo cual le hizo pensar que, ahora sí, debía desaparecer de allí.

Caminó con paso firme hacia donde se encontraba la persona parada, mirando hacia abajo; pues justo se encontraba en la salida de la calle. No había otro lugar por donde pasar.

Llevaba más de cinco minutos caminando por la calle, hasta que pasó por el lado del hombre/mujer/animal/loquefuese. Afrodite notó como el cuerpo menudo parecía de chica, así que aminoró el paso en cuanto escuchó como bufaba molesta. Alzó la vista, y pudo notar que se trataba de Yulia. Una chica de Gryffindor, de quinto curso.

- Eh… hola –Saludó arrugando la frente, ceñuda- ¿Estás bien? -No se llevaba de maravilla, con la muchacha; pero se podía decir que tampoco es como si peleasen mucho. Hablaban de vez en cuando, en los pasillos. Bueno. Mejor dicho, exageraba. Tan solo eran unos educados ‘Hola, ¿cómo estás? Se te hace tarde para tu siguiente clase. Corre’; pues Afrodite rondaba los pasillos, vigilando a los alumnos retrasados. Suspiró, siendo simpática con alguien que no conociera más de su nombre y unos cuantos holas y eso. No era muy dada a ser amable, en realidad; pero la chica parecía tener un lío interno, gracias a su expresión de molestia en el rostro. Eso, y que estaba vestida como si no quisiera que la reconocieran. Algo que ella, debería hacer también; cuando su padre fuese a visitarla.