Charla familiar (? || {Ian Lemacks#}

Estaba subiendo rápidamente las escaleras esas que se movían solas. Sí, normalmente no lo hubiera hecho (no me gustaba mucho eso de que las escaleras cambiaran a placer) pero la verdad es que estaba pensando en otras cosas, principalmente en esconderme en una clase abandonada y pensar.

Nunca lo hubiera hecho antes, quiero decir, yo no era alguien de pensar mucho, yo sólo actuaba sin tener en cuenta las consecuencias, pero desde lo de Hosmade...y sobre todo sobre Annette. Había que confesarlo, me dolía en el alma estar enfadado con ella. Bueno, enfadado no, que ella estuviera enfadada conmigo. Por ella haría cualquier cosa, incluso traicionar mis ideas.

Dejé escapar un suspiro exasperado mientras rebuscaba en los bolsillos de mis pantalones en busca de mi paquete de tabaco, lo abrí y me llevé uno a los labios mientras iba subiendo las escaleras. La verdad es que no me importaba si me vieran o no, total, ¿qué podrían hacer? ¿Quitarle puntos a Slytherin? ¿Quitarme un paquete al que sólo le quedaban dos cigarros? Seguí subiendo las escaleras hasta que tuve que pararme a esperar a una de esas escaleras. Busqué el mechero y me lo llevé al cigarro cuando me di cuenta de que había una figura sentada en las escaleras. Levanté la cabeza, encontrándome con la mirada de Annette. Joder, genial, y tú con el cigarro en la boca, tragué saliva, guardándome el mechero y quitándome el cigarro de los labios, mirándola.

-Hola Annette-la saludé, aunque en realidad sin saber qué decir. Me pasé la lengua por los labios, mirando por los pasillos a ver si por detrás suya bajaba Cristian, pero no era así. Tragué saliva, y la miré de nuevo, quería pedirle perdón de nuevo, pero me temo que no serviría de mucho-. ¿Qué tal va todo?-le pregunté y me sentí algo estúpido por ello, pero la verdad, no sabía qué decirle.

Tal vez solo habían pasado dos segundos, o quizás minutos, el caso es que me odié por haberme quedado allí sentada, haciendo el vago, mientras tenía miles y miles de cosas que hacer o en que pensar.
Sobre todo me odié más aún cuando al levantar la vista, me encontré frente a frente con Ian, su mirada escrutaba mi rostro, como si pudiera encontrar en él algún síntoma de que lo hubiera perdonado. ¡Já! Haría falta algo más que palabras bonitas o cosas así de su parte.
Esta vez quería ponérselo difícil, quería dejar de ser la chica que le perdonaba fácilmente, la hermana que le dejaba pasar todo. Esta vez me había dolido más que cualquier otra, había traicionado mi confianza, mi propio hermano. ¿Cómo íbamos a salir de esta?
Ahora llegaban hasta mi mente algunos recuerdos de la infancia, cuando ambos hermanos querían apartarme de todo y ahora que estaba en medio, me preguntaba como habíamos podido llegar hasta esta situación.
Arrugué la nariz en cuanto estuvo cerca de mí; otra vez fumando y encima dentro del castillo.
Tira el cigarrillo. Ya. Le miré desde abajo. Para empezar una discusión siempre me había parecido que había que estar a la misma altura, así que me levanté; le sacaba unos cuantos centímetros gracias al escalón en el que estaba y eso me pareció justo.
Bufé, colocando los brazos en jarras. ¿Qué qué tal va todo, Ian? ¿En serio? Como siguiéramos por ahí, esta conversación iba a acabar muy, muy pronto. No sé, hermano, dímelo tú. ¿Cómo me tienen
que ir las cosas, eh? Cuando utilizaba ''hermano'' para nombrarle era en un tono serio y en situaciones como estas, siempre había sido igual, no iba a cambiar ahora. Fruncí el ceño, ahora no podía seguir como si nada hubiera pasado, porque si que había pasado y era bastante grave. Volví al tema de siempre.
Pero, ¿cómo pudiste hacerlo? ¿Y si yo hubiera estado allí, qué? No lo entiendo, Ian, de verdad que no lo entiendo. Después de todo... Recordé las fotos de la tía Thylane, que perdió la vida en su lucha con la resistencia y, ahora, su propio sobrino iba en contra de todo y de todos y al parecer le daba igual quien se encontrara en su camino, aunque ese alguien fuese yo.

Tragué saliva cuando me dijo, no, mejor dicho, me ordenó que tirara el cigarro. Miré aquel cigarrillo, nuevo, sin apenas consumirse entre mis dedos y dejé escapar un suspiro, dejándolo caer al suelo mientras lo pisaba, apagándolo. Había escuchado su tono de voz, no, no tenía ni la más mínima posibilidad de estar perdonado, pero vamos, ni que me lo pasase por la cabeza. Vi que se levantaba, poniendo los brazos en jarras, un gesto que solía hacer mi madre cuando se enfadaba y simplemente bajé la cabeza, iba a aguantar el chaparrón, o al menos lo intentaría, por un rato.

Escuché que me llamaba hermano, algo frío y superficial, perfecto cuando estaba enfadada, alcé un poco los ojos para mirarla, dejando escapar un suspiro, pero no dije nada, porque... ¿Qué decirle?, ¿que era un puto capullo? No, o bueno, sí, abrí la boca para decir algo, aunque aún no tenía claro el qué, cuando ella volvió a empezar a hablar, bajé de nuevo la cabeza, como siempre hacía de chico cuando mi madre me regañaba, sólo que esta vez no era mi madre, sino mi hermana, y por algo más grave que pelearme con mi hermano.

La miré de repente, ¿Que qué hubiera hecho si ella estuviese allí? MORIRÍA por ella, sin dudarlo Y después de todo... Habría querido ir a abrazarla, sabía lo duro que debería resultarle todo esto, pero me apartaría y seguiría odiándome. Yo mismo me odiaba por ello, sabía perfectamente todo lo mal que lo debe de estar pasando por mi culpa. "Estúpido, capullo, sin vergüenza, es que eres gilipollas a veces me insulté para mí, mirándola como quien observa algo muy preciado.

-No hubiera dejado que te pasase nada Annette-le dije, sin ni siquiera mirarla, sabía que mis palabras no iban a surtir efecto, pero eran completamente ciertas-. Eres lo más importante para mí, aunque no lo creas-bajé la cabeza, cansado, agotado, no quería hablar del tema, no. Ella no pensaría igual que yo, y era mi hermana, era la culpable de que estuviese traicionando mis ideas sobre la pureza de sangre, todo por ella. Me senté en el escalón más cercano, dejando caer la cabeza en el pasamanos, dándole la espalda.

Tenía derecho a odiarme, no se lo iba a negar, yo también me odiaba de hecho. Giré un momento la cabeza, alzándola para mirarla, no sin duda no podría hacerle ningún daño, pero de todos modos se lo estaba haciendo y eso me dolía más-. Cristian lo sabe, ¿mamá y papá lo saben?-le pregunté, en realidad sin querer saberlo, ya era muy duro saber Annette me odia para también que me odiase también mamá.

Miré el cigarrillo que Annette había pisoteado y mandado lejos de mí "Adios compañero" me despedí de él en silencio. Me pasé la mano por el pelo mientras escuchaba a Annette decir lo que pasaría si mamá y papá se enterasen de lo de Hosmade "Y no sin razón..." Tragué saliva, pero tenía la garganta seca así que me alojé un poco la corbata. La miré cuando noté que se sentaba a mi lado, sin tocarme, posiblemente intentando estar lo más lejos que pudiera de mí; pero al menos no se había marchado. Eso era un minipunto para mí.

Noté su mano en mi rodilla y la miré a los ojos, sabía perfectamente que se iba a aparentar ser fuerte y firme, la conocía demasiado, pero también sabía que sufría por todo esto, ella muchísimo más que nadie. Hubiese querido abrazarla y mecerla entre mis brazos mientras le aseguraba que no iba a permitir que le pasase nada, pero tan enfadada conmigo como estaba haría que me apartase de un empujón, así que le apreté la mano encima de la rodilla. Bufé cuando me comentó que Cristian podría habérselo dicho, y que papá y mamá no se pondrían de mi parte. Me pasé la mano por el pelo mientras pensaba en ello.

-Sé que no se pondrán de mi parte Annette... Mamá me gritará cosas de la tía Thylane...-noté un nudo en la garganta e intentré tragar más saliva pero no llegaba a producirla. Ladeé la cabeza, contrariado-. Pero creo que no se lo ha contado, al menos no aún, mamá me hubiese mandado un voceador, o puede que si se lo haya contado, e hiciesen como no existiera...-susurré, soltando su mano y ocultando mi rostro entre mis manos, dejando caer los codos sobre las rodillas.

Menos mal que papá y mamá te tuvieron a ti, la normal de la familia, porque yo... y bueno, Cristian tampoco no es muy normal que digamos...-luego alcé un poco la mirada, forzando una sonrisa, quizás para intentar reconfortarla-. ¿Sabes qué tu hermano va a ser nombrado como gilipollas del siglo? No sin razón, ¿eh?

Noté su silencio cuando nombré a la tía Thylane. Recordaba que de pequeño mamá me decía que, simplemente, tenía su mismo carácter, nunca nos vi realmente nuestro parecido, mientras ella murió luchando contra la libertad...
"Sí tenemos algo en común: cuando luchamos por nuestras ideas, salimos perdiendo, y haciéndole daño a las personas más importantes para mi. Annette." Tragué saliva, mientras escuchaba que mamá intentaría hacer que entrase en razón... Eso era un gran problema, yo podía renunciar a mi bando, proteger y cuidar a mi hermana, pero mis ideas seguían siendo las mismas.

Sonreí y volví a mirarla, Annette era un ángel, o mejor dicho, era mi ángel, y sí, comparándose con Cristian y conmigo era la mejor de los tres-. Yo ya lo veo, Annette, lo que sí creo es que deberías de ponerte gafas...-bromeé, intentándole quitar hierro al asunto, notando como me acariciaba el pelo... Sí, sin duda alguna MATARÍA por Annette, si alguien se atreviese a tocarla...lo mataría, sin dudar. Noté que apoyaba su frente en mi mejilla y en un acto reflejo le pasé el brazo por los hombros, estrechándola hacia mí.

Noté sus labios en mi mejilla y cómo me regañaba por llamarme...por llamarme tal y como era, un gran y gigantesco capullo, con todas las letras, incluso algunas repetidas... Pero asentí con la cabeza. Escuché que me pedía que prometiese que no volviera a hacer algo así... Noté que temblaba y me entraron ganas de tirarme de la torre de astronomía, lanzarme a mí mismo un cruxio... ¿Cómo había sido capaz de hacerle tanto daño a alguien que quería tanto? pensé, pasándome la lengua por los labios mientras pasaba mi otro brazo por sus hombros, estrechándola contra mí, haciendo que dejase apoyada su cabeza en mi hombro.

-Te lo juro, Annette, te juro por lo más sagrado que no volveré a hacer una cosa así...-la voz se me quebró en un momento, así que apoyé mi mejilla en su pelo, dejando escapar un suspiro, odiaba que me viera así y sobre todo odiaba que me viera así. Annette era lo más preciado que tenía, no podía permitirme el lujo de perderla-. No te haré más daño, no dejaré que nadie te haga daño, Annette...-le prometí, dejando escapar un suspiro de mis labios.

Ian nunca iba a saber cuanto necesitaba aquel abrazo, ni siquiera yo misma sabía cuanto lo necesitaba, ni que necesitaba saber que mi hermano estaba bien, junto a mí, sin ningún rasguño y que no me iba a dejar nunca.
Apoyé mi cabeza en su hombro respirando la familiar aroma que tanto conocía y recordé cuando, años atrás, aún me acunaba sobre su pecho cuan niña pequeña y de repente, quise retroceder un poco en el tiempo hasta aquella época.
Gracias, Ian, por todo. Le eché los brazos al cuello instintivamente, cerrando los ojos, conteniendo las lágrimas todo lo que podía. No era ni momento ni lugar para soltar todo el miedo acumulado por dentro.
Permanecimos así durante mucho rato, él meciéndonos a ambos, yo acariciándole el cabello, acompasamos nuestras respiraciones y los dos nos calmamos con la ayuda del otro.

Me separé de él un poco, volví a dejar un beso en su mejilla y sonreí.
Te quiero. No me costaba decir lo que sentía en voz alta y mucho menos a mi propio hermano, cosa que siempre había visto como una cualidad que había crecido con el paso del tiempo: cuanto más maduraba, antes me daba cuenta de lo importante que era que los demás se sintiesen queridos, que supiesen que no estaba todo perdido, que había alguien a los que seguían importando y preocupando. Ian era esa persona importante para mí y tenía que saberlo de todas las maneras posibles. Me recliné hacia él rodando los ojos.
No pienses que lo digo porque es lo que quieres escuchar, Ian; te voy a querer siempre, pase lo que pase y hagas lo que hagas, eres mi hermano.
Revolví su cabellos en un gesto de ternura y le observé dudar.

Iba a responderle cuando noté que me rodeaba el cuello con los brazos, uniéndose a ese abrazo y tragué saliva, mientras la mecía entre mis brazos, con todo mi cariño. Era mi hermana pequeña, mi protegida, mi princesa, era todo para mí, y yo sin ella era nada. Lo sabía, tarde o temprano me perdonaría, pero, todo lo mal que lo había pasado mientras... Ladeé la cabeza, mientras seguía meciéndola y ella me acariciaba el pelo. Con ella todo era mejor, casi perfecto.

Merlín sabrá el tiempo que estuvimos así, abrazados, calmándonos mutuamente, pero me habría gustado permanecer más rato así con ella, podría pasar así la mitad de mi vida, sin cansarme, simplemente, la adoraba. Sonreí al notar que se separaba de mí, y ese beso en la mejilla. Iba a decirle que yo también la quería, que era todo para mí, cuando ella me cortó de nuevo, explicándome que no lo decía por decir. Le acaricié la mejilla, sonriendo con ternura.

-Yo también te quiero, Annette, eres lo más importante para mí, y lo sabes-le recordé forzando una sonrisa mientras la miraba a los ojos, dándole un beso en el pelo, notando que me revolvía otra vez el pelo, pero sonreí, con gesto pensativo a la vez que la miraba, con algo de desconfianza-. Si me quieres porque soy tu hermano... ¿eso significa que quieres a Cristian igual que a mí...?-le pregunté, dejando que saliese a la luz una sonrisa algo burlona, mientras ladeaba la cabeza, con gesto de desaprobación completamente-. Nooo, ¿verdad? Yo soy tu hermano favorito...-le recordé, a la vez que le sacaba la lengua en plan de broma, a la vez que la estrechaba de nuevo en mis brazos, no volvería a separarme de ella, no, al menos, si pudiera seguir estando a su lado.

Me reí al notar su puño e hice una mueca en la cara como si me hubiese dolido, aunque no fuera así para nada. Sonreí cuando escuché de sus labios que yo era su hermano favorito. Lo sabía desde siempre, y siempre habíamos tenido ese tipo de conversaciones, en las que más le valía decirme que sí o aguantarme enfadado un tiempo, claro que no estaría enfadado de verdad, pero lo simularía, con tal de oírselo decir, que era algo que me encantaba.

-Ah, ya decía yo... Si es que soy un tio encantador... todo el encanto de la familia me lo he quedado yo-dije riéndome, obviamente en broma, no era tan vanidoso... al menos no la mayor parte del tiempo... Además, sólo había que mirar a Annette para saber que no era cierto, le había dejado algo a ella del encanto familiar...

La miré cuando dijo que en los muros del castillo no había secretos y todo eran cotilleos... La miré, sin saber a qué se refería, o al menos quería aparentar que no-. Yo no he hecho nada...-dije, mientras me pasaba la lengua por los labios y la miré, apuntándole con el dedo mientras sonreía-. Confiesa: ¿Qué te han dicho?, ¿quién es tu espía? Sea lo que sea lo que te hayan dicho, no es cierto...-le dije, muy rápido, mientras la miraba serio pero en realidad de broma, como antes.