¿Angel o demonio? (libre)

Era la primera semana y mi fama ya empezaba a extenderse, aquello me agradaba mucho más de lo que nadie pudiese pensar, ya había bastante gente que cuando yo entraba en el comedor acallaban todas sus conversaciones y me miraban, tanto con odio como con miedo. Y eso que aún no conocían todo mi potencial, tan solo esperaba llamar la atención de aquel que todos decían que iba a ser el nuevo lord oscuro, para enseñarle un par de cosas que tenía guardadas en la manga.

De momento iba directa al aula de pociones, por la noche, rompiendo sabe dios cuantas reglas, para hacer una poción prohibida además que luego usaría con fines poco ortodoxos. No pude evitar sonreir al pensar en todas aquellas cosas tan horribles que podría hacer con aquella poción, y también qué pasaría si alguien me descubriese.

Cuando llegué a mi destino abrí la puerta con un sencillo hechizo e insonoricé el lugar con otro, no fuera a ser que algún oído indeseable me escuchase, pues me gustaba cantar cuando hacía pociones, cosa del todo reprobable en mí pero era algo que me superaba. Forcé el armario de ingredientes del profesor, ya de perdidos al río... Llevé todo lo que necesitaba a una mesa y recogí agua y leña para el caldero, cuando todo estuvo listo comencé mi obra de arte y abrí el libro que había tomado de la biblioteca por la página deseada: Veritaserum (poción de la verdad)

En momentos como ese odiaba que se hubieran fijado en mí en quinto curso para hacerme prefecto. Mientras otros compañeros de casa estaban relajándose en la Sala Común, durmiendo o estudiando, a mí me tocaba hacer ronda por el castillo. Y para colmo, esa noche me tocaba hacer ronda solo. Al menos cuando era por parejas de prefectos se hacía más ameno y entretenido. Miré en el cuadrante la zona que me tocaba esa noche. Genial, las mazmorras. Lo que me faltaba, tener que encontrarme con algún Slytherin que vagara errante, con lo bien que me caían. Bueno, no es que los odiara irracionalmente, pero sí trataba de evitarlos, para no meterme en problemas, al menos cuando ejercía de prefecto. Cuando no, siempre era divertido montar alguna trampa o broma pesada a un Slytherin, con la inestimable ayuda de mi hermano mellizo.
Empecé a pasear por las oscuras mazmorras, con luz tenue en la varita, sólo para poder caminar sin tropezarme. De repente escuché un ruido fuerte proveniente del aula de Pociones, y con la varita en alto me dirigí hacia allí. Alguien se había colado a curiosear o a hacer algo que no debía. Me paré en la puerta y eché un vistazo hacia dentro. Una silueta oscura se inclinaba sobre un caldero, y mantenía la varita con una pequeña luz, como si estuviera leyendo algo. Empujé un poco la puerta, que chirrió al abrirse un poco más, lo que alertó al intruso -¿Quién anda ahí? -pregunté alzando un poco la voz, con la varita en alto, preparado por si había que atacar, a la persona que todavía se mantenía en la oscuridad. Si no era la profesora de Pociones y se trataba de algún alumno, tendría que dar muchas explicaciones...

Alguien intentaba perturbar mis maquiavélivas intenciones, se atrevía incluso a entrar en el aula de pociones para averiguar que ocurría, era un alumno, así que solo podía tratarse de un prefecto. Sonreí de manera muy maliciosa cuando vi que se trataba de un leoncito, que además estaba de buen ver; ¿representaría el papel de niña buena o el de niña mala? Lo volví a mirar de arriba a abajo y decidí jugar un rato a ser la niña buena, cuando no me hiciese más servicio, el leoncito se enteraría de lo víbora que puedo llegar a ser.

-Oye, no hagas tanto ruído o despertarás a todo el castillo leoncito, y baja la varita por favor me molesta mucho la luz en los ojos-dije con calma- bonitos modales los tuyos león, ni siquiera te presentas, me llamo Adams, Lauren Adams.

Fui hacia el y le tendí la mano en señal de paz, aún tenía la varita en ristre y cuando me acerqué noté como ésta me tocaba en el pecho y que la luz que salía de ella me estaba haciendo algo de daño.

-Baja la varita por favor, no voy a hacerte nada, ¿no vas a hacerle daño a una mujer indefensa no?

Esperé un rato para que la bajase, pero como no veía por su parte ningñun movimiento, ya fuese por el hecho de encontrarse a una serpiente que lo estaba tratando bien, por mi belleza que lo deslumbraba, porque me había tocado un león tonto, porque no confiaba en mi, etc. Demasiados motivos, así que tuve que bajar yo misma la varita y en seguida se vio como me había dejado una marca roja bastante fea en la piel, que tardaría un par de semanas en curar, me estaba arrepintiendo de ser una niña buena con aquel león.

-¡Ves!, me estabas haciendo daño, esto tardará bastante en desaparecer y mientras tanto tendré que ir tapada, muy mal león, muy mal.

Le di la espalda y volví a concentrarme en mi poción, mientras el león decidía lo que iba a hacer.