Haciendo de las mías [Libre]

Era por la noche. Estaba aburrido en mi habitación, tumbado en la cama, mirando el techo, escuchando como mis compañeros hablaban de sus cosas, las cuales no me interesaban mucho la verdad. De vez en cuando intentaban integrarme en la conversación haciéndome alguna que otra pregunta, a la cual yo contestaba lo más escasamente posible. Sí, a veces era un poco antisocial, pero yo estaba a gusto como estaba, además, tampoco tenían conversaciones demasiado interesantes, al menos para mi gusto. Todas las noches hablaban de lo mismo y ya me parecía algo monótono y repetitivo. Sí, yo era un tanto rarito, quizás era por eso por lo que me costaba tanto relacionarme con los demás.
Rodé los ojos al escuchar como comenzaban a hablar de chicas como si fueran niños pequeños o peor, adolescentes primerizos y bufé levántandome la cama. Ya era sufieciente por hoy, ya había escuchado demasiadas tonterías en el día, así que decidí irme a dar una vuelta donde nadie más estuviera, donde pudiese estar solo sin que nada ni nadie me molestase, donde poder pensar en mis cosas y en mis problemas, y sabía perfectamente cual era ese lugar, un lugar que siempre visitaba cuando necesitaba algo de paz, era el sitio perfecto, era como mi santuario, donde podía estar completamente a gusto sin preocuparme de los demás.
Salí de mi habitación dejando detrás de la puerta a mis compañeros que seguían hablando de chicas. Pasé por la sala común, la cual estaba vacía, algo que no me sorprendía en absoluto ya que era demasiado tarde y todos los de mi casa eran demasiado buenos como para romper las normas si no había una razón de peso, así que sin más demora salí de allí también. A veces me preguntaba cómo narices había terminado yo en Gryffindor... pero si el sombrero me había enviado a esa casa por algo sería... Caminé con cuidado por los pasillos del castillo, puesto que no quería ser descubierto. Sonreí nuevamente de lado al ver la puerta principal de Hogwarts y ahora sí apreté un poco más mi paso, para salir inmediatamente de allí.
Cuando estuve fuera caminé con paso ligero hacia el bosque prohibido. Sabía de sobra que no podía estar allí, ni de día ni de noche, y era por eso por lo que iba. Normalmente solía darle miedo a la gente y nadie iba por allí, así que esa era mi oportunidad de estar en completa soledad. A mí nunca me había pasado nada en él, no entendía por qué decían que era tan peligroso, a mí me parecía un bosque más, con sus árboles y sus cosas
Me adentré en el bosque y cuando creí que estaba lo suficientemente internado en él, me senté a los pies de un árbol y saqué mi paquete de tabaco, para acto seguido encenderme un cigarro y ponerme a fumar, como siempre hacía.

Por fin había acabado los deberes de Historia de la magia, cada día se me hacían más pesados... quizás el hecho de hacerlos siempre a las 00.00 no ayudaba, pero nunca recordaba lo que debía hacer para el día siguiente hasta que pensaba en irme a la cama y como no, siempre los acababa haciendo porque tenía la mala suerte de que solo me preguntaban cuando no los tenía y dado que no me gustaba hablar en público, pues me daba mucha vergüenza, la mejor manera de evitar problemas era hacerlos, y ya, de preguntar, al menos sabría que responder.

Dejé el pergamino en la mesita y la pluma sobre este y me dispuse a quitarme la ropa, cuando escuché la puerta chirriar, miré y no había nadie, y mis compañeras ya estaban durmiendo, por lo que solo podría ser otro de nuestros inquilinos. -Murbitt? -Susurré tirándome en la cama y mirando bajo esta, pero mi pequeño gato atigrado no estaba. Al otro lado de la puerta, se pudo escuchar un pequeño maullido. -Murbitt ven aquí! -Susurré autoritaria, cogiendo mi capa y varita, para salir de la habitación. Alguien se había dejado el cuadro de la entrada abierto y el pequeño gato había salido por allí.

Corrí por los pasillos siguiendo el suave maullido, cuando llegué a la entrada, pude ver a lo lejos una sombra oscura y a mi gato corriendo detrás, sabía que no podía gritar, pues eso supondría meterme en líos, así que opté por correr tras el pequeño gato, que se dirigía directo al bosque prohibido. Al llegar al bosque me paré, hacía frío y la pequeña niebla y el vaho que salía de mi boca no ayudaban a hacer ese sitio acogedor. Entré temerosa oyendo otro maullido, por mi cabeza solo pasaban escenas de películas de terror muggle, nunca había visto ninguna criatura extraña ni nada de eso por los alrededores, pero lo que se oía que había allí no era precisamente bueno. Solo esperaba poder encontrar a mi gato antes que un centauro. -Lumos -Mi varita se iluminó y caminé despacio mirando a todos lados, en ese momento lo vi. -Mur, ven... -Me acuclillé llamándole cuando escuché una exhalación pausada un poco más allá. -Ho... Hola? Hay alguien? -Pregunté estúpidamente al ver que el gato no se acercaba.